15 películas de terror mexicanas que no puedes perderte

No sorprende que en un país en el que la muerte es parte esencial de la cultura, tengamos una amplia colección de películas de terror que alteran —para bien o para mal— los sentidos.

Hay una época en la que México huele a copal y a caña, el ambiente se vislumbra naranja y la añoranza prevalece en cada conversación: el Día de Muertos. Da la casualidad —un tanto sospechosa— que se une con otra conmemoración que, igualmente, tiene su propia naturalidad mundial. Halloween. Una fecha celebra la vida y la muerte, mientras que la otra permite que los monstruos y seres extraordinarios caminen entre nosotros con simpleza.

Pero, ¿cómo explicamos esto si no es a través del lenguaje más universal que existe, es decir, del cine? 

Durante esta temporada somos bombardeados por películas de terror que narran la vida de asesinos, de brujas, de seres míticos o de criaturas extravagantes. Ya sea en la televisión, en las redes sociales, las salas de cine o en las plataformas digitales hay catálogos amplios y versátiles; no obstante, de todas ellas, ¿cuántas son mexicanas?

La respuesta es incierta, pero más amplia de lo que se cree, ya que nuestra industria le ha dedicado tiempo, dinero y esfuerzo a la producción de películas de terror. Por cierto, este término es muy ambiguo, puesto que dentro del mismo paraguas se esconden otros géneros que en nuestra re-naciente industria, aún cuesta definir. No es imposible reconocerlas, pero llega a ser complicado; nadie creería que El Santo contra las momias de Guanajuato es una película de terror que se mueve en las aguas de la serie B y posee un toque de horror que se percibe, incluso, en la dirección de arte. Por otro lado, podemos mencionar el terror real o aquel que se inspira en hechos que, lamentablemente, ocurrieron en nuestra sociedad como El castillo de la pureza o Perfume de violetas, ambas historias inspiradas en notas rojas 1000 % reales.

Entonces, después de esta reflexión —sinceramente, corta— definimos el cine de terror hecho en México como un espectro en el que los creativos se mueven lenta o apresuradamente, pero siempre con paso firme. Así pues, nuestra industria tiene decenas de exponentes del cine de terror mexicano como Guillermo del Toro o Carlos Enrique Taboada que elevan las historias simples a la fantasía más aterradora. No olvidemos los rostros que representan el miedo como Germán Robles y su emblemático Vampiro, Silvia Pinal en su papel de Satanás en Simón del Desierto o Enrique Lucero quien es la muerte más recordada del cine de oro gracias a Macario. Asimismo, la muñeca de Vacaciones del terror o el llamado a Claudia en Hasta el viento tiene miedo forman parte de un selecto cine que además de “asustarnos”, nos permite ver otra cara de nuestra cultura y quehacer nacional respecto al séptimo arte, una prolífica y que nada le debe a Hollywood. 

A continuación encontrarás una selección de películas de terror hechas en México o por mexicanos para adentrarte en él, ¿te animas?

El vampiro (1958) – Fernando Méndez

En el intento de incluir a México en el amplio espectro de las películas de terror en la época de oro, Méndez creó El vampiro para homenajear a los monstruos más conocidos del mundo. Con esto en mente nació la historia de Marta, quien llega a Sierra Negra y en el mismo tranvía conoce a Enrique, un viajero con el que emprende un viaje hasta la hacienda que esperaba por ellos, casualmente, al mismo tiempo que una caja procedente de Hungría sin saber que dentro de ella se esconde un Vampiro. Lejos de ser una sorpresa, se convierte en un suplicio pues este ser inmortal la tiene a su merced sin consideración alguna. Luego de ello, Marta se pregunta si vale la pena seguir en un mundo “normal” o se tira al abismo pasional de un galante vampiro.

Con toda la parafernalia de un vampiro, Germán Robles es uno de los rostros más icónicos de las películas de terror mexicanas de todos los tiempos. El rostro europeo de Robles es un sinónimo de terror ataviado en un traje formal y elegante, que desborda estilo y sobre todo, derrocha miedo. Méndez eligió poner la imagen de un vampiro con tintes mexicanos en nuestras mentes con la intención de mostrar un monstruo ajeno viviendo entre nosotros sin permiso y aún así le adoramos, como solía ocurrir con el cine extranjero.

Lo mejor: Si se van a consumir productos ajenos a la cultura mexicana, ¿por qué no consumirlos vistos desde la percepción netamente nacional? Esto resalta en El vampiro, pues se trata de un ser fantástico que no tiene nada que ver con México y sin forzar la situación, se volvió parte del pensamiento colectivo.

Macario (1960) – Roberto Gavaldón

Las calles empedradas de Taxco fungen como escenario de la película de terror mexicana por excelencia, aunque mucho se ha discutido si Macario de Roberto Gavaldón lo es o no. La cinta narra la vida de un leñador que, a causa de la pobreza en la que vive, desea con todas sus fuerzas comer un guajolote él solo; no obstante, cuando lo tiene en sus manos, se postran frente a él Dios y Lucifer para pedirle un trozo de su platillo. Él, celoso de su guajolote, se niega a convidar a pesar de las amenazas, hasta que La Muerte (la mejor representación en el cine nacional, sin duda) le pide un poco. Ante el temor que representa esa figura tan importante en nuestra cultura, Macario le ofrece, incluso, la mitad del animal; el resto no es más que un intento del hombre por ganar una carrera a lo que es inevitable: morir.

Macario está inspirada en la novela del mismo nombre, autoría de B. Traven y fue la primera película mexicana en ser nominada a un Oscar como “Mejor película extranjera. Si bien la historia genera incomodidad y miedo en quien la ve, resalta la mexicanidad que tenemos inculcada hasta la médula, ésa que dice que la muerte es folclórica, pero imposible de eludir, por lo que hay que tratarla con respeto o podría llevarse no sólo la vida de aquel que juega con ella, sino la de los seres queridos y eso, a decir verdad, pone los pelos de punta.

Lo mejor: Las veladoras recién prendidas y las que casi se extinguen en una cueva, en donde La Muerte le confiesa a Macario que ahí vive realmente la humanidad, pero ante un ventarrón inesperado o un pequeño disgusto, la flama se puede apagar sin vuelta atrás. Es una analogía del respeto que se le tiene a la muerte en México porque no, los mexicanos no nos reímos de ella, sino con ella.

El esqueleto de la señora Morales (1960) – Rogelio A. González

La historia que vemos en esta película de terror bien puede ser otra más dentro del cine mexicano, pero es una de las más extrañas que se han visto en la filmografía nacional. A pesar de tener elementos comunes como Arturo de Córdova en el cine de oro, diálogos bastante elaborados y tomas simples, sobresale el humor negro con el que era tratado el crimen, quizá para aligerarlo en el día a día de las personas; no obstante, es también una especie de régimen que exige a las mujeres ser perfectas para sus esposos o estos podrían causar su muerte sin temor al escarnio público y a la gravedad del asunto en sí, pero las risas hacen que todo parezca un chiste que, a estas alturas no saca una sola risa.

A decir verdad, el humor negro nunca fue parte esencial del cine nacional, pocos exponentes hacían uso de este complejo lenguaje, por ejemplo Luis Buñuel quien se sumergió profundamente en él, así como González, el autor de El esqueleto de la señora Morales, pero no es gratuito, sino que posee un análisis aparentemente suave y superficial en el que los crímenes causan cierta risa, pero al verla a detalle resulta en una serie de elementos propios de las películas de terror, como la sorpresa, la muerte, la venganza y claro, el egocentrismo de un hombre de la década de los 50 y 60.

Lo mejor: La sorpresa de hallar profundidad en una línea aparentemente cómica. Esto no es fácil de lograr, pero para hacerlo plausible, González permite que sus espectadores conecten con la trama, con los actores y las situaciones. No es gratuito que Arturo de Córdova sea el protagonista, pues su rostro tan jovial y amigable es fácil de digerir. Enseguida prosigue a implementar elementos poco favorables y de terror, a decir verdad que, eventualmente, provocan terror en quien la ve, pero al mismo tiempo, les permite justificar todo acto violento, ¿no es eso un recurso de terror (real)?

El espejo de la bruja (1962) – Chano Urueta

Ésta es, sin duda, una de las películas de terror mexicanas que realmente caben en este concepto, ya que narra la historia de un hombre que comete un crimen en contra de su esposa para ser libre y casarse con otra mujer. Sin embargo, no cuenta con que su primer amor regresa de ultratumba a través de un espejo que su tía embrujó, pues era una hechicera ancestral. Esta odisea de drama, terror, venganza y alarmantes consecuencias dan como resultado una película de terror imperdible, y, sostenemos, la mayor representante del cine de terror mexicana.

La época del cine de oro nacional ya había pasado y lo “de moda” era crear filmes controversiales, que se salieran de la norma, como lo hacía el propio Jodorowsky, pero Urieta decidió volver al origen, con un filme que homenajea a la vieja cinematografía y nos da un poco de nostalgia al mirarla, ya que aterra, se sufre y se siente cercana al miedo natural que el espectador le tiene a lo desconocido y a la conciencia misma.

Lo mejor: El regreso al origen del horror con una maldición, prostéticos, una bruja y muerte. Definitivamente, esta película de terror lo tiene todo y poco se conoce de ella; no obstante, resulta maravillosa la forma en la que se retrata el temor y causa incomodidad gracias a que está filmada en blanco y negro con diferentes matices que recuerdan en impresionismo italiano de Nosferatu.

El escapulario (1968) – Servando González

Luego de que la Revolución Mexicana estallara y se apagará unos años después, una mujer moribunda rompe el silencio acerca de un amuleto que la ha acompañado por años salvando su vida y la de sus seres queridos. Así que llama a un sacerdote al que le confiesa todo a través del uso de flashbacks en donde un escapulario se hace presente. La oscuridad que abraza las historias producto de una vieja casona, es una analogía de los tiempos que se estaban viviendo a causa de la guerra y del último que lo posee, quien se atreve, incluso, a desafiar las leyes naturales.

No podemos negar que El escapulario es una de las películas de terror más importantes del cine nacional, pues además de adentrarse de lleno y con destreza en las tradiciones del país enfatizando en las leyendas que nos conforman, es una película técnicamente transgresora, ya que a través de planos subjetivos, montajes especiales y silencios perfectamente bien ubicados crea una narrativa que pocas veces se ve en cintas filmadas en la época de oro, de hecho, podríamos decir que Servando González es de los pocos cineastas capaces de crear dicha atmósfera alrededor de sus historias.

Lo mejor: El estilo cinematográfico que emana cada escena es un ejemplo de que las películas de terror no tienen uno en específico, sino que pueden ser tan artísticas como burdas y aún así darán un mensaje que aterra; no obstante, al hacerlo tan técnicamente bien, tiende a dar un toque de miedo pocas veces visto en el cine, en especial en el mexicano.

Hasta el viento tiene miedo (1968) – Carlos Enrique Taboada

Claudia. Sin temor a equivocarnos este nombre es el más espeluznante de la filmografía nacional, es sinónimo de que algo malo está por ocurrir. No es gratuito, pues Claudia es una adolescente que estudia en un internado y por no atender las órdenes de una tirana directora, sus amigas y ella se quedan castigadas durante las vacaciones, sólo para ser sometidas por un fantasma que busca venganza en contra del enemigo en común, la directora Bernarda. Entonces, entre el despertar sexual, la feminidad desbordante, el empoderamiento y la sed de revancha de un ser extranormal, Taboada nos dio una de las películas de terror más icónicas del cine nacional.

A Taboada no le interesaba que el espectador dude o se cuestione al ver una película de terror, sino que pretendía causar miedo y terror real, casi tangible. Por ello cada personaje es único y todas tienen un lado oscuro y uno más claro, porque son humanas viviendo en un mundo de terror existente representado por un fantasma.

Lo mejor: La libertad de las mujeres en medio de un panorama sumiso, pues a pesar de estar encerradas (literal y metafóricamente) logran mantenerse vivas, con las expectativas altas y sobretodo siendo ellas mismas sin importar que el sistema —o como se le quiera llamar— le de sosiego a su objetivo principal que es vivir.

Alucarda, la hija de las tinieblas (1978) – Juan López Moctezuma

Esta cinta es controversial desde cualquier óptica. La historia narra la vida de Alucarda, una huérfana que vive en un convento, que cambia a partir de la llegada de Justine, cuyos padres acaban de fallecer. Su amistad deja de ser una inocente compañía mutua cuando el deseo de saberse parte de un lugar las lleva a invocar a Satanás a través de un ritual sangriento y pasional cambiando por completo sus vidas.

Esta historia está inspirada en Carmilla de Sheridan Le Fanu con —no tan— sutiles referencias a Justine del Marqués de Sade, así que con tintes cómicos no intencionales que caen en la incomodidad, la cinta fue catalogada como “asquerosa”, “abrumadora” y “excéntrica”, por lo que, desde el guión fue rechazada en múltiples ocasiones. Así, López Moctezuma la llevó a Estados Unidos en donde la producción fue austera, pero con lo necesario para darle vida a la exploitation film mexicana por excelencia, misma que tuvo que ser hablada en inglés por completo. En su tiempo se creyó incompleta o con un mensaje poco claro; no obstante, cineastas como Quentin Tarantino y Guillermo del Toro aseguran que ése es el punto de Alucarda: un final sin análisis, así seco, en frío, sin darle vuelta. 

Lo mejor: La escena en la que el cura intenta salvar las almas de Alucarda y Justine en medio de una ceremonia repleta de veladoras y un centenar de Cristos en una cueva oscura. Es aterradora y condenatoria, con las dos mujeres intentando zafarse del suplicio, justo como vivía la sociedad mexicana finalizando los años setenta.

La tía Alejandra (1978) – Arturo Ripstein

Una tía siempre es bien recibida, en especial cuando es una dulce anciana que no tiene a donde ir, aun con una fortuna enorme en su haber. No obstante, empieza a destruir a la familia con las armas más traumáticas, es decir, dándoles clases de brujería a los niños. Es después de un accidente grave que las acciones se tornan tan caóticas que es imposible mantenerla en casa, y ante la situación su hambre de destrucción y amor por el espectro maligno, la convierten en un cerebro endemoniado.

Si alguien es símbolo del cine post época de oro, es Arturo Ripstein quien se aventuró a dirigir un guión de Sabina Berman en una temporada en la que el cine nacional no era bien visto y mucho menos aceptado. Ripstein ya tenía en su historial El lugar sin límites, entre otras cintas exitosas que le dieron un valor artístico más elevado, pues su perspectiva se movía en varios aspectos que iban desde un romance homosexual entre La Manuela y Pancho o bien con una historia de un pacto satánico entre una anciana y Satanás.

Lo mejor: Los rituales simples y sin complicaciones que la tía realiza a Satanás. A diferencia de otras cintas, el demonio se representa a través de veladoras y símbolos casi imperceptibles, esperando que éste aparezca sutil, pero contundentemente fuerte, al grado de generar más miedo del que se espera nombrando los espectros, sin mostrarlos. Ripstein creó una película de terror con los mejores elementos del cine.

Santa sangre (1989) – Alejandro Jodorowsky

El amo del bizarre cinema se instaló en México para crear las piezas menos comprendidas, llamadas raras y asquerosas, según los críticos. Santa sangre es una extraña alucinación de Jodorowsky en la que Fénix, un hombre confundido y atemorizado está en un hospital psiquiátrico recordando cuando su mamá tenía una secta y su padre era un mago, todo ello en medio de un circo de atrocidades y claro, elementos que traumatizan no sólo a Fénix, sino a todo espectador.

Al cine de Jodorowsky se le adjudicó por mucho tiempo (no por decisión propia) los motes de extraño y sucio, casi incomprensibles. Por ello, al igual que cintas como Alucarda, fue mal vista pues entre risas nerviosas mezcladas con confusión y temor a preguntar el objetivo, Jodorowsky nos dio una de las películas de terror más épicas de su filmografía, aunque sería injusto llamarla sólo de “terror”, pues entra en un círculo de un género con disecciones diversas.

Lo mejor: La fascinante visión de un niño que crece en el circo no es la misma que perciben los infantes que van a ver payasos y animales. Él está lastimado al grado de quedarse sin habla, pues es un reflejo del horror e impacto que su día a día tuvo sobre él.

Vacaciones del terror (1989) – René Cardona III

Entre memes y burlas, esta joya del cine de terror mexicano se hizo popular. No sorprende que una película que tiene como protagonistas a las estrellas juveniles de la época y una muñeca vieja y sucia sea esencial en la filmografía mexicana. Pero no lo es todo, el argumento también es importante pues llega a ser muy cercano a cualquier espectador, ya que narra la historia de una familia que hereda una casa de campo; sin embargo, no saben que dicha casona esconde una maldición antigua otorgada por la bruja del pueblo quien fuera quemada por sus acciones. Entonces comienza la verdadera pesadilla: espectros, posesiones y juguetes que cobran vida.

Sin temor a equivocarnos podemos decir que uno de los símbolos más icónicos de una película de terror es un elemento inocente llevado al horror, esto sucede con la famosa muñeca de ojos azules y cara blanca que desde el primer vistazo no es algo con lo que un niño desee jugar, ya que el aspecto es aterrador en sí. Este recurso ha sido primordial en todo tipo de películas, pero en Vacaciones del terror no es un elemento más, es con lo que se le recordará siempre, a pesar de tener un argumento plausible y a los actores top de finales de los ochenta.

Lo mejor: La muñeca, así a secas. No sólo por ser terriblemente espectral, sino porque en ella se esconde el secreto del filme que en ella vive la bruja y la utiliza para efectuar sus macabros planes, además de introducirse en la historia con sutileza a través de la inocencia de una infante quien en su afán de pasar un buen rato durante las vacaciones, la adopta para ser traicionada por un ente inexplicable.

Cronos (1993) – Guillermo del Toro

La fascinación mágica de Guillermo del Toro lo orilló a crear una película de terror que evoluciona la forma de hacer cine. No es secreto que del Toro dejó atrás a Tim Burton (el referente obligado) o George A. Romero, para rendirle culto a Taboada y al cine mexicana a través de la cinematografía nacional. Así pues, esta película habla del temor de fin de milenio en forma de deseo por la vida eterna. Jesús Gris, un vendedor de antigüedades descubre un artefacto con un insecto encerrado que lo pica, lo que conlleva una serie de irregularidades en su cuerpo como felicidad extrema, pero también una severa sed de sangre de la que sólo es consciente Dieter de la Guardia, un enfermo de cáncer que busca deshacerse de sus males a través de este amuleto.

El cine de Guillermo del Toro se identifica por ser de terror pero con toques diversos. En este caso, él añade un poco de acción para darle un twist poco común. A partir de esta película, el género se modificó y le dio paso a una ola de cine fantástico que se refrescó, además de darle al cineasta un lugar privilegiado en la historia del cine macabro, destacando de entre tantos que lo han inspirado a lo largo de la carrera, la grado de ser el amo y señor del terror y la fantasía en nuestros tiempos.

Lo mejor: La inocencia de las personas al buscar un tesoro, casi como la curiosidad de un niño que desea con todas sus ganas un juguete o un dulce. Ésa es la magia del cine de del Toro: puede ser tan apasionante que el terror se convierte en un sueño lúcido y fantástico, irreal, pero al mismo tiempo tan común en todos que deja de dar miedo para mimetizarse con las emociones del espectador.

Sobrenatural (1996) – Daniel Gruener

En los 90 las mujeres se hicieron presentes como protagonistas en el séptimo arte y siempre vistas desde una óptica propia. Sobrenatural no es la excepción. Dolores presencia un asesinato en su edificio y empieza a sospechar de que su esposo y los vecinos quieren a su bebé, ya que ella está embarazada. Su miedo a ser asesinada es tal que acude con una bruja para que la ayude y entre más avanza la trama, más complicado se pone. Así, Dolores demuestra el miedo en el que las mujeres vivían (y viven) diariamente, pero llevado a una paranoia provocada por su esposo, que en este caso, es la representación del patriarcado, ése que las llama locas y brujas apenas levantan la voz.

Esta película de terror está inspirada en varias obras igualmente, de horror; una de ellas es El bebé de Rosemary, novela de Ira Levin resaltando la paranoia de Dolores al creer que debe proteger a su bebé y a sí misma de un enemigo no declarado. De igual manera tiene tintes de El horia, novela de terror de Guy de Maupassant, cuyo protagonista siente que una presencia sobrenatural lo acecha. Así podemos ver que en todo el mundo existen personas que son minimizadas por sus acciones, su estilo de vida y por simplemente existir.

Lo mejor: La forma en que una mujer busca respuestas ante la incertidumbre, el miedo y la falta de atención, es por ello que la escena en la que en compañía de la bruja realiza un ritual de amor o de desesperación es una fiel representación del encierro mental y físico en el que vive, creyendo que todo está en su contra. Así es el mundo a través de la percepción de las mujeres, quienes viven en un estricto y arcaico sistema.

Km 31 (2006)Rigoberto Castañeda

Las leyendas mexicanas prevalecen a pesar de los años, asimismo, surgen nuevas y se construyen narrativas que involucran historias recientes, mismas que permiten que en cada época haya un elemento de terror en especial. En este caso, podemos mencionar Km 31 como una película que mezcla el misticismo de los abuelos, ése que empieza los relatos con “dicen que en esa parte de la carretera…” y termina con un escepticismo moderno que deja de existir cuando surgen respuestas a lo inexplicable. Esto se ve reflejado en la historia de esta película de terror que cuenta la travesía de Ágata Hameran quien golpea a un niño en medio de una solitaria y oscura carretera y al ayudarlo es herida por otro auto que la lleva a un coma. Así, Catalina, su gemela percibe que algo no está bien con ella y entre mensajes telepáticos, miedo y sed de saber qué ocurre, comienza una investigación en el Km 31, lugar del accidente y descubre una serie de acontecimientos paranormales de los que su hermana fue víctima, al grado de estar entre la vida y la muerte sin escapatoria.

El filme de Castañeda marca el regreso de las películas de terror al ojo público, puesto que no hubo muchas producciones al respecto por varios años. Asimismo, fue la competencia directa de una ola de remakes del cine de Carlos Enrique Taboada, mismos que fracasaron desde el inicio. Por ello, la historia fresca y nueva que narra Km. 31 no es más que un respiro en el llamado nuevo cine nacional que era criticado por ser abiertamente sexual y explícitamente narrado. 

Lo mejor: Los efectos especiales no son parte de las características del cine mexicano; no obstante, en Km 31 resuelven gran parte del misterio con la cámara y las luces, por lo que se retoman los elementos que crearon desde principios del siglo XX el horror del género, es decir, Castañeda volvió al origen sutil y acertadamente.

Tenemos la carne (2016) – Emiliano Rocha Minter

Los silencios prolongados de esta película de terror son tan espeluznantes como la historia en sí. El pavor que genera no escuchar más que susurros o pasos y no ver algo, es el arma secreta de un must del llamado “nuevo cine nacional”. Tenemos la carne narra el viaje de un par de hermanos que huyen de su realidad precaria y violenta para encontrarse con otra inconcebible e inexplicable en el encierro de un edificio abandonado. En este lugar ya había un habitante que no cuenta quien es realmente, pero ofrece un trato que les despierta los sentidos más viles y profundos llevándolos al extremo con sangre, violencia, locura, incesto y sexo que caen en la incomodidad y la frustración ante el desenlace de la película.

El cine sí es político y aunque Tenemos la carne es ficción pura, refleja el sentir de una sociedad que creció en medio de conflictos entre países, narcotráfico, asesinatos a granel y un pavor eterno a vivir. Así, Rocha Minter lanzó su ópera prima con una sonrisa en el rostro asegurando que a pesar de presenciar canibalismo, incesto, sangre por doquier y otras “aberraciones”, era menos violento que el día a día de cualquier mexicano.

Lo mejor: Sin duda alguna, los monólogos de Mariano, interpretado por Noé Hernández. Lejos de causar miedo en los protagonistas, traspasa las pantallas y llega a la mente del espectador quien cuestiona sus privilegios, se aterra del futuro y ve en ellos una forma de desflemar sus miedos. Esta película de terror sobrepasa la ficción.

Vuelven (2017) – Issa López

Esta película de terror es el ejemplo claro de que el horror de ficción es superado por la realidad, ya que Vuelven es una historia que se basa en un hecho completamente real. Una niña de 12 años llamada Estrella vive la muerte de su madre a manos del crimen organizado, pero su deseo de verla de nuevo —aunque sea en forma de fantasma— desata una serie de complicaciones que lastiman su vida y su alrededor llevándola a un extremo en el que debe demostrar que es una guerrera o bien, morir.

Stephen King y Neil Gaiman elogiaron esta pieza que lejos de retomar el terror convencional, lo resignifica con un enfoque mucho más social que se enfoca en visibilizar la violencia en las calles, las consecuencias de ésta en las infancias y sobretodo, los contextos políticos y sociales que definen la vida de quienes en unos años serán los adultos que definan el país.

Lo mejor: La fascinante destreza con la una niña es capaz de evadir los problemas que la aquejan; sin embargo, al verlo como un juego propio de la vida, ella se empeña en encontrarle una solución a todo sin perder su esencia, su infancia y el cariño por su familia, aunque no esté presente. Justo como pasa con la vida de las infancias sin la necesidad de que un fantasma se interponga.

André Bretón decía que México tiene su propia muerte, pues la forma en que nosotros vemos el punto máximo del horror es especial y si bien no les hacemos fiesta, sí le tenemos respeto, pues sabemos que es inevitable. Esto explica por qué tenemos una amplia variedad de películas de terror, pues si somos capaces de hablar de la muerte con naturalidad, podemos hacerlo de espectros, demonios o crímenes y así causar incomodidad a los espectadores. 

Si bien nuestra lista puede ampliarse con cintas como Belzebuth, La llorona o Mal de ojo, incluso con Las Poquianchis o Canoa, nuestras recomendaciones te invitarán a adentrarte en el cine de terror mexicano y así, darle una oportunidad a las producciones hechas en casa.

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Diana Garrido
Comunicóloga. Escribo y edito.

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