Siempre hay algo de arquitectura en la joyería y viceversa. Si pensamos en la configuración ornamental del edificio y del paseo urbano dentro de una ciudad o poblado, así como en la construcción emocional y estética, por no decir reestructuración física de una joya sobre el cuerpo humano, es fácil advertir los puentes entre una disciplina y otra. Sin embargo, con riesgo de sonar demasiado románticos con la analogía, cabe explorar mucho más a detalle las uniones de una y otra práctica.
Elisheva & Constance resulta, entonces, el ejemplo ideal para entender la formalización que ambas posibilitan. Los arquitectos, justo como Bárbara López –fundadora y diseñadora de esta firma–, cuentan con una educación y predisposición estética que normalmente dedican al diseño del espacio, pero que sin duda les permite cierta sensibilidad hacia la producción artística y el diseño gráfico o industrial. La moda, siendo un sector económico con gran seguimiento público y que atraviesa otras áreas creativas, deviene también un campo donde el quehacer arquitectónico halla cabida junto a la tradición artesanal, la innovación técnica, la reflexión en torno a los métodos constructivos o la crítica a la iconografía contemporánea.
Asimismo, la arquitectura dentro de la moda nos hace pensar en la joyería como otra forma de arte o plástica de utilidad en concordancia con las prácticas de conformación. El ornamento es así un cuerpo que protege al ser humano, que construye y permea sus volúmenes, que potencializa sus movimientos, que dialoga con las intenciones de la persona y que genera una posición frente a la sociedad. Y si a esto le sumamos licencias artísticas que a veces sólo se dan en las estructuras, proporciones, formas, texturas, y colores de la moda, el producto es de alcances inimaginables.
Elisheva & Constance se encuentra a medio camino que conecta a ambas esferas creativas. Bárbara López fusionó sus intereses de tinte mucho más minimalista o incluso deconstructivista, con el espíritu paisajista de San Miguel de Allende (Guanajuato, México) y el gesto contundente de la región, lo cual hace más evidente la sinapsis entre los ejercicios aquí analizados. ¿El fruto? Una colección siempre mutable, siempre fuerte y de claras posturas, lejos de temporalidad fija, que no sólo habla de la clasicidad de sus inspiraciones, sino que propone vanguardia en cada movimiento de la materia con su sello.
Producción conceptual del cuerpo humano y este último como elemento del paisaje. El ornamento como vehículo de esta intención. Si eso no es fusionar joyería y arquitectura, entonces ¿qué sí lo es? ¿Qué hace E&C?
Fotografía por: Daniella Feijóo