Astrología: claves para entender porqué esta pseudociencia resurgió con más fuerza que nunca

La astrología es una pseudociencia que en realidad nunca murió y hoy se establece con más fuerza. ¿Por qué sucede esto? Aquí te decimos.

La astrología está de moda. Sea a donde sea que miremos (especialmente en redes sociales o en charlas con amigos) encontraremos lecturas sobre cartas natales, horóscopos semanales, memes sobre los comportamientos más clichés de los signos y hasta influencers-astrólogos que, con mucha dedicación, ponen su vida en esta pseudociencia para fungir, quiérase o no, como una suerte de pares epistémicos con la gente del día a día.

La astrología se compromete a explicar la complejidad de la realidad en la que nos movemos, de acuerdo al movimiento de los astros (la rotación de los planetas, sus transiciones hacia ciertas constelaciones, las temporadas astrológicas según el mes en el que se esté) y un sinfín de detalles que implican un complejo entramado de conocimientos ancestrales.

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Un mito histórico

La astrología data desde las primeras civilizaciones de la Antigüedad. En Mesopotamia, India, China, Egipto, Mesoamérica y Grecia, la observación del movimiento de los astros era un tema de Estado. Cada una con sus particularidades, las cuales recaían en los arquetipos que representaban a cada constelación. Sin embargo, la astrología que todos conocemos se gestó a partir del 332 a.C con la ocupación de Alejandro Magno en la región egipcia, donde el choque cultural conjugó los mitos fundacionales de amabas civilizaciones, derivando en los arquetipos del zodiaco occidental.

Los mitos durante la época antigua regían las vidas de las personas y, por lo tanto, la cuestión astrológica era parte esencial para explicar el mundo, a los humanos, la relación de sus comportamientos con los astros, la toma de decisiones cotidianas y hasta los eventos futuros. Pero con el paso de los años  y el pensamiento, los mitos que explican la realidad eventualmente fueron rotando, quedando la astrología absorbida por el mito religioso en la Edad Media, junto con su incondicional defensora: la escolástica.

Sin embargo, las prácticas esotéricas se hacían clandestinamente y tanto brujas como gitanos evitaban ser cazados por la Santa Inquisición. En su momento, la clasificación de los rituales mágicos entraban en el concepto de paganismo. A pesar de ello, la práctica astrológica seguía y quienes la realizaban eran consultados para saber qué deparaba el destino. Parecía que se trataba de una lucha entre mitos: el religioso contra el esotérico.

Al final del Medievo, la astrología asistió a otra transición. Esta vez se puso el traje del progreso, que como abanderado de la razón, haría de este mundo un lugar mejor. Esta idea perduró durante el Renacimiento, cuando el oscurantismo se relegó por la luz del raciocinio. Ahora todo mito irracional que explicase el mundo y al ser humano era refutado por la ciencia y el pensamiento crítico. Aún así, el pensamiento mágico no se había erradicado: grandes líderes y políticos consultaban ocultistas, astrólogos, clarividentes y demás para tener una mayor certeza de lo que estaban haciendo.

El mito que nunca murió

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Vedrana Filipović | Unsplash

Aún en la modernidad, el pensamiento mágico nunca se fue: se mantuvo activo en forma de ocultismo y espiritismo durante todo el siglo XIX; aunque un tanto escondido, esperando ser re-descubierto y así tomar potencia. No hubo mejor escenario para ello como lo fue el siglo XX: la época de las tragedias, donde la promesa y mito del progreso serían sumamente cuestionados, así como sus cómplices, la ciencia y la razón.

Tras los eventos desatados por las dos grandes guerras mundiales, la intervención en Vietnam, la Guerra Fría, etcétera, a finales de los años 60 surgió el New Age. Un movimiento que de la mano de otras movilizaciones legítimas como lo fueron el ’68 francés, las Black Panthers, la segunda ola del feminismo y la liberación sexual, tomó un papel preponderante a final de siglo.

Esta corriente retomaría una serie de conocimientos y saberes ancestrales que incluye al budismo, astrología, adivinación, tarot, yoga, entre otras relacionadas al espíritu humano; esto con la finalidad de hacer frente a todo aquel conocimiento hegemónico occidental.

Astrología contemporánea

Aunque se daría por muerto una década después de su aparición, los ecos del New Age reverberan hasta la actualidad, pero bajo un nuevo contexto: la posmodernidad. En esta nueva etapa todo lo tradicional, herencia de la modernidad, es cuestionado; sin embargo, en apariencia, más que construir un piso firme, el pensamiento posmoderno parece hacer todo lo contrario.

Si bien la modernidad nos contaba relatos fijos y unidireccionales de la realidad social, la posmodernidad vino a asegurar que la realidad es más compleja de lo que parece y requiere de explicaciones rigurosas para reducir la complejidad del asunto. No obstante, con todo paradigma roto, por más riguroso que éste sea, inevitablemente habrá un rastro de irracionalidad; puntos de fuga por donde escaparán todas las consecuencias contradictorias de lo que se creó.

Con la complejidad, la pluralidad se hizo visible, pero también dio paso a la relativización de las cosas, haciendo perder la línea entre la validez de los asuntos y aquello que probablemente necesita ser revisado dos veces. Esto trastoca a la aprehensión de la realidad, surgiendo fenómenos como la posverdad; que potenciado por el uso de las redes sociales, crea una plataforma a grupos como los tierraplanistas, el movimiento antivacunas, el auge de los neofascismos a nivel mundial y más teorías conspirativas que tratan de darle un sentido y explicación distinta al mundo y su estructura social.

Lo que compete a la astrología dentro de toda esta explicación es su posicionamiento en el debate público como una alternativa pseudocientífica de explicación de lo real, derivado de un contexto socio-cultural como la posmodernidad, donde se justifica su uso a partir de una reivindicación de conocimientos ancestrales; explicación de lo social a un nivel estructural e individual que, además, funge como un movimiento y posicionamiento político contra la hegemonía de la empresa científica.

El principal cuestionamiento a la astrología es evidente y versa sobre su veracidad para explicar el mundo social, partiendo del punto de que no está consolidada como una ciencia, sino que es considerada una pseudociencia; al mismo nivel que estuvo en su momento la alquimia.

Por otro lado, un punto válido pero a modo de herramienta histórica, es la reivindicación de conocimientos milenarios, tal como lo hace el indigenismo para hacer visible a los grupos étnicos marginados y recuperar la memoria histórica de sus pueblos.

La pregunta en ese sentido para la astrología es: ¿a quiénes busca visibilizar trayendo de vuelta esta práctica? Habrá que precisar qué actores históricos poseían dichos conocimientos esotéricos y fueron relegados; simplemente para entender otro factor más de su fuerza contemporánea. La respuesta no nos compete desarrollarla, sino más bien otorgar ese espacio a quién o quiénes representan dicho movimiento y puedan compartirlo desde una mirada crítica.

En defensa de lo social

Desde el lado de la explicación sociológica rigurosa de lo social, la astrología es completamente cuestionable. No se pueden explicar los problemas estructurales y eventos históricos a raíz de que Mercurio en su aspecto retrógrado propició un ambiente ambiguo, o porque cierta persona nació bajo el signo de Escorpio y, naturalmente, se inclinó a tomar tal decisión que cambiaría el curso de su vida, cuando años de tradición teórica sociológica e investigación empírica hablan de procesos interdependientes que tejen ciegamente lo socio-histórico.

No se puede hablar de procesos de socialización (diferencias y compatibilidad) entre individuos por su signo solar, lunar, ascendente y posición planetaria en la bóveda celeste según su fecha de nacimiento, cuando se trata de seres insertos en estructuras políticas donde interviene el poder en sus relaciones, en estructuras económicas donde existen clases sociales que condicionan sus consumos, estructuras históricas y culturales donde la tradición que pasa de generación en generación dota de sentido el lugar donde se desarrollan y, por lo tanto, terminan por formar una identidad con gustos, decisiones y reflexiones propias; una dialéctica entre lo estructural y lo individual.

Lo único que pueden ofrecer este tipo de pseudociencias en la actualidad es la comprensión y explicación histórica de los estadios del pensamiento humano de lo mágico a lo racional. Como alguna vez lo fue la ida del alma en la Edad Media, cuya revisión hasta la Ilustración concluyó con el nacimiento del sujeto racional.

Ante el panorama un tanto desalentador de la incertidumbre y relativización de la existencia a manos de la posmodernidad, lo único que puede cimentar un piso firme para enfrentar esos puntos de escape es la rigurosidad de un pensamiento crítico que pueda dar cuenta de que solamente lo social se puede explicar por lo social, y no por especulaciones pseudocientíficas.

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