Los boletos del metro de Ciudad de México, un cachito de nostalgia en peligro de extinción

Durante 53 años, los boletos del metro han recorrido millones de manos capitalinas a toda prisa. Hoy estas piezas gráficas que cuentan la historia de la Ciudad están a punto de desaparecer ante las tarjetas electrónicas

¿Quién hubiera dicho que en un cuadrito de papel que apenas mide 5.5 x 3.2 centímetros cupieran tantos recuerdos y hasta una de las pasiones más capitalinas que existen? Mientras van desapareciendo gradualmente de las taquillas, los boletos del metro de Ciudad de México comienzan a despedir un halo de nostalgia e incertidumbre entre los miles (si no es que millones) de usuarios que los adquieren todos los días y que, poco a poco, casi sin que se den cuenta, los ven cada día más lejanos.

Si bien ya es distante ese 1969 en el que Chava Flores nos invitó por primera vez a recorrer la ciudad con el mismo boleto, la logística del tren metropolitano no había cambiado mucho hasta hace un par de años cuando instalaron la primera máquina de recarga para las tarjetas de transporte.

Fue precisamente en ese lapso de 53 años, en el que corrieron por las manos capitalinas las pequeñas obras de arte que, si bien pasaban desapercibidas para los chilangos más apurados, fueron el furor de otros usuarios que, entregados a la contemplación urbana, se volvieron coleccionistas de boletos del metro.

Personajes como Eduardo Bojórquez, un médico deportivo que en 1999 comenzó su colección con el boleto conmemorativo de la inauguración de la Línea B del Metro y ahora forma parte de un selecto grupo de individuos que, de vez en cuando, se reúnen para intercambiar o vender esos tesoros que están a punto de incrementar su valor.

¿Y es que, quién no se ha enamorado de alguna edición de boletos del metro en específico? En su andar por la ciudad subterránea que componen las estaciones, seguramente más de un capitalino guardó en su cartera o entre las páginas de un libro un recuerdo entrañable como los 55 años de Ciudad Neza, el 57 aniversario de la Merced o los 48 años del Tri. También es posible que se haya topado con artistas como Dr. Alderete o Maldito Perrito, que dedicaron un par de trazos para hacer más llevadero el recorrido.

Por eso, ahora que las tarjetas plásticas y las máquinas de recarga están cerca de desplazar al ritual de formarse un lunes por la mañana para comprar una tira de boletitos que alcance para la semana, es inevitable hacerse esta pregunta:

¿Y ahora qué con los boletos del metro?

La preocupación inmediata, sin duda, es por los trabajos de los taquilleros que, al lado de los aparatos de recarga, lucen como monolitos antiguos y frágiles que podrían perder su empleo, a más tardar en los próximos años. Sin embargo, tanto el gobierno como el propio Sindicato Nacional de Trabajadores del Sistema de Transporte Colectivo, aseguran que son trabajos inamovibles y que, en cualquier caso, verán dónde acomodar a sus empleados. Confiemos en ellos, aunque sea por una vez.

Por el momento, y volviendo al tema del arte de bolsillo, sólo nos queda confiar en que las tarjetas vendrán decoradas en alguna de sus caras como, en su momento, lo hicieron con las tarjetas telefónicas que, con un ¡Háblele! dieron su último adiós. Por lo pronto, sólo nos queda esperar y comprar al menos un boleto que se quedará como recuerdo hasta que nos gane la urgencia de usarlo.

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