Al caminar en sitios como Ciudad Nezahualcóyotl, en lo último que uno piensa es en el hambre. Las recientes noticias la identifican como una de las entidades más peligrosas del Estado de México. Sin embargo, sus pobladores defienden una sola cosa: Neza no es fea, sino diferente.
De hecho, cuando uno se olvida ─si es que en algún momento es posible─ de la agenda delictiva de nuestro país, la entidad es un abanico culinario en donde lugares como la taquería Los Molcajetes son un oasis nocturno para los crudos, borrachos y perdidos.
Si uno llega por casualidad al metro Impulsora, llegar a Los Molcajetes es sencillo. Sólo hay que caminar por Valle de las Zapatas en dirección al Chedraui de Plazas de Aragón; no hay pierde… están en el 113. Justo en la esquina. Es preciso decir que la avenida está plagada de taquerías que ─sobre todo los fines de semana─ se llenan de sujetos que, después de una fiesta, buscan calmar los efectos del alcohol. Pero de entre todas las taquerías, Los Molcajetes es un local que se distingue de todos los demás.
Sus asadores están calientes y su trompo girando desde las cinco de la tarde. Sus tacos de pastor son tradicionales y sin pretensiones, sólo carne bien cocida sobre una suave tortilla de maíz ¿Se necesita más? Quizás una buena salsa, pero ellos siempre tienen al menos cuatro opciones de dónde escoger. Quienes todavía necesiten una buena razón para cortarse la fiesta allí, sólo se necesitan dos palabras: frijoles gratis.
Como pocas taquerías en la ciudad, los dueños de Los Molcajetes quieren tratar bien a sus clientes. Más allá de ayudarles a calmar el hambre, los apapachan con un pequeño tazón de frijoles charros. No importa lo que pidan, los asistentes pueden estar seguros de que en esta taquería nunca van a sufrir de un hueco en el estómago.
Un vez con el estómago lleno y caliente, uno se da cuenta de que tal vez Neza no es tan mala como la pintan. Cuando se visita un sitio como Los Molcajetes, es fácil darse cuenta de que a pesar del paisaje hostil, sí es posible encontrar buenos lugares en cada ciudad. Sólo hay que despojarnos del prejuicio, el miedo o cualquier cosa que impida tomar el último metro de la noche para tener una buena y auténtica cena de barrio.
