Fue un milagro la existencia de la radio. Durante décadas, o discutiblemente un siglo, fue el medio que mandaba. Era lo que la radio decía. Lo que contaba. Lo que daba. Era la tradición oral convertida en tecnología. Impulsaba la creatividad de la gente. Los obligaba a crear la imagen por su cuenta. Los atemorizó cuando Orson Welles produjo su versión en audio-drama de La Guerra de los Mundos. Les dio las noticias. Dependiendo de la posición geográfica del radioescucha, se podía confiar o no en lo que decía. Los hizo reír y los hizo llorar. Los hizo pensar y los hizo bailar.
Han pasado más de 40 años desde que El video mató a la estrella de radio. Entonces el video creció, se desarrolló, llegó a la alta definición, y la radio seguía ahí. Llegó el Internet, y la radio se adaptó. Pero esta no busca sobrevivir. Su naturaleza es cambiar, encontrar nuevas formas de seguir dentro de lo que se niega a ver como limitaciones. Y tanto la juventud como la rebeldía siempre serán una parte esencial para ello.
Pero, ¿qué pasa cuando los jóvenes no conocen la radio? Para una generación que creció con YouTube y Spotify como los medios de facto para el consumo, la radio es como la televisión abierta: un mundo completamente desconocido. Pero, ¿se puede culpar a las aplicaciones por esa alienación? Las personas aún consumen audio, sea en Pódcasts, o audiolibros, ¿será entonces que en realidad la radio tiene un problema de contenido?
Para la radio en México, podría decirse que ese es el caso. Raquel Miserachi, locutora y DJ en Ibero 90.9, me cuenta en una conversación a través de Zoom: “Los chicos con los que trabajo ahora nunca han escuchado la radio, porque no hay radio joven para escuchar”. Y menciona que a pesar de que existan estaciones que se consideran juveniles, suenan voces que tienen más de dos décadas sonando en la radio, un hecho comprobable. De igual forma, la música que ofrecen otros locutores es la misma que se aparece en las listas principales de Spotify, nada nuevo. Ciertas estaciones, como el caso de Ibero 90.9, una estación de radio universitaria, fueron víctimas de ello. “De pronto se sintió que era una radio más institucional, más cuadrada. Hecha para que ninguno de los estudiantes tenga una personalidad y nadie se convirtiera en una personalidad radiofónica. Ahora estamos haciendo lo contrario”, menciona la comunicadora.
¿Y qué representa ese cambio? La radio tiene un elemento clave del cual carece la vastedad del Internet: el sentido de curaduría. Si hoy abrimos YouTube, Netflix o incluso la plataforma de Pódcasts de nuestra preferencia, encontramos un catálogo enorme para elegir, una tarea que algunos días parece en exceso cansada. Estas ofertas se basan en algoritmos, y resultan repetitivas, o pueden de ser de mala calidad. Y, considerando cómo funcionan las grandes máquinas de contenido, ya sea en el aspecto de la industria cinematográfica o musical, podemos encontrar interminables intentos de apelar al gusto popular, lo cual no siempre resulta en una experiencia valiosa. “Parecería que todo está disponible para nosotros, pero a la vez es tanto que es difícil seleccionar”, añade Miserachi.
En la radio, en cambio, el locutor es el curador. Es él o la responsable de darle una experiencia a la audiencia, y en el caso de la radio musical, ofrecerle música que pueda causarle interés, que lo inspire, que lo haga pensar o que lo impulse a descubrir algo nuevo. Y si son jóvenes los que promueven ese contenido, se puede esperar algo nuevo que empuje los límites de nuestras preferencias. Ese es el enfoque que ha tomado Miserachi para darle una nueva vida a Ibero 90.9: presenta el radio a los jóvenes y les abre las puertas para que tomen las cabinas y permeen de su conocimiento a escuchas jóvenes que buscan algo diferente. Madhavi Noreña es el nombre de una de esas voces. Ella es estudiante de comunicación en Ibero que actualmente se desarrolla como locutora. “Me han abierto las puertas y me han dado más oportunidades”, explica en nuestra conversación, refiriéndose a Miserachi y otros locutores veteranos de la estación que, en vez de buscar aferrarse al micrófono, disfrutan darle el espacio a esta nueva generación para mostrarles a detalle lo que representa el milagro de la radio. Noreña participa con la veterana Julia Palacios y en la radio en línea de Ibero. Su misión: encontrar un espacio más amplio en la radio de la Universidad. “Es algo que disfruto mucho, y quiero mejorar. Ya empiezo a hacer las cosas sola, y es un reto para mí”, afirma y añade que su trabajo se extiende fuera de las cabinas para investigar, aprender y conocer de música para tener algo que mostrarle a la audiencia.
Miserachi considera que su trabajo actual ya no es de locutora, sino que se trata de un soporte para las voces que interesadas en la radio. “Mi programa es a la hora de la comida de los chicos, y todo el tiempo tengo seis micrófonos abiertos. Todo el tiempo convivo con ellos”. Además, la comunicadora afirma que busca eliminar cualquier freno o restricción, tácita o explícita, que se puedan encontrar los jóvenes, incluso los que ellos mismos se pueden poner. “Por ejemplo, está la autocensura que se ha generado en esta era políticamente correcta, y que es muy heredada del Internet estadounidense. Es algo que tenían mucho los chicos y la estación”, afirma. “Yo soy muy políticamente incorrecta, tajante en mis opiniones y los animo a que se expresen (sin que sean groseros). Eso ha sido como un catalizador de la libertad”.
Al eliminar las cadenas, espera que la nueva generación encuentre su propia personalidad. Que desarrollen conocimientos independientes de lo que marcan las tendencias e incluso los movimientos sociales, para no crear de nuevo una radio sin identidad. Que escuchemos una radio adaptada a una nueva era con recomendaciones variadas y de calidad para que la audiencia pueda crear recuerdos de nuevo con ese medio y tenga presente que siempre habrá algo para escuchar.
El Milagro de la Radio es el nombre de la campaña con la que Ibero 90.9 celebra su permanencia y relevancia. Libre de las presiones comerciales, la estación fomenta la innovación y la calidad, consolidándose como un laboratorio de ideas donde domina la libertad creativa y la autenticidad. Natalia Zamora, conductora de Otra vez las 9, destaca que la experiencia en la estación es transformadora: “Este lugar, que ahora llamo hogar, está lleno de personas apasionadas que me han dado las herramientas para nutrir y explotar mi amor por la cámara y el micrófono”.
En definitiva, es un milagro que tengamos la radio.