Breve guía para hacer propósitos de Año Nuevo cada vez más realistas

Año Nuevo es una fecha que parece ir muy en serio, no solamente por lo simbólico de terminar todo un año lleno de intensidad y experiencias vividas a un tiempo subjetivo (al ritmo de cada quien, pues), sino por las promesas del próximo en llegar.

Año Nuevo es esa festividad un poco más informal, en la que puedes pasarla con quien te parezca más cómodo. Puedes fiestear hasta el amanecer o simplemente pasarla en solitud con una cena sencilla y un poco de música de fondo.

La realidad es que muchas personas toman esta fecha muy en serio, no solo por lo simbólico de terminar un año lleno de intensidad y experiencias vividas a un tiempo subjetivo (al ritmo de cada quien, pues), sino por la promesa que esperan del próximo en llegar.

Otra cosa respecto al Año Nuevo que se enuncia muy en serio, pero que en la práctica no se lleva a cabo, son los propósitos.

Cabe mencionar que esto no es una guía de qué hacer para cumplirlos al pie de la letra o simplemente dejarlo en un vacío y simple “hazlos a tu tiempo”, pues de ser así, mejor no escribimos nada y cerramos aquí. Más bien, es cuestión de poner en la diana aquello que sí nos interpela y enfocarse en ello.

Realizar ese ejercicio introspectivo como un reto personal que traerá beneficios a corto, mediano y largo plazo requiere de tomarse las cosas en serio por uno mismo y no verse empujado por el mainstream agringado y en tendencia mediática de los #NewYearsResolutions.

Propósitos de Año Nuevo amigos
Kelsey Chance | Unsplash

Quitando el mainstream

¿Te has dado cuenta lo tan-a-veces sin sentido que pueden llegar a ser las promesas y propósitos que surgen en Año Nuevo? Viajar, tener pareja, dinero, salud, trabajo, etcétera.

No significa menospreciarlas, sino caer en cuenta de que unas resultan prioridades más que propósitos. Sin expiarlo, por supuesto, del contexto en el que se encuentre la persona deseante; es decir, si ésta se encuentra en situación de precariedad, tendría todo el sentido del mundo que con todas sus fuerzas anhele lo más básico.

Pero tratándose de personas en una situación común como nosotros, con un trabajo y salario promedio, la perspectiva cambia.

Otra excepción que habrá de hacerse es que tampoco se trata de caer en un «echeleganísmo», en donde al tener una dimensión laboral-económica promedio debamos desear más trabajo y más dinero, de suerte que caigamos en el «es tu obligación trabajar y seguir generando ganancias, y por lo tanto deben de ser una constante en tu vida; con la visión de querer ser alguien exitoso/a». Ello vuelve invisibles aspectos más profundos de nuestra composición personal.

Con esto queremos referirnos a que todo versa en el no-atrevimiento de las personas para confrontarse a sí mismas en lo más básico para su beneficio: la forma en que se relacionan con cada aspecto de su estabilidad humana.

Sí, el trabajo y el dinero son importantes para subsistir, así como aprender a relacionarnos con las situaciones de estrés, la necesidad de encontrar una fuente de ingresos estable y demás. Eso es primordial; aunque hay un aspecto que también lo es y que nos permite seguir explayándonos en esta vida: se trata de la parte simbólica, lo cual va mucho más allá de lo material. 

Propósitos de Año Nuevo
Nine Kopefer | Unsplash

Lo simbólico de los propósitos de Año Nuevo

Restando el trabajo y el dinero, viajar y tener pareja son lo menos elemental para poder seguir adelante con nuestra vida. Reconvertidos de una mejor manera y con un alcance más largo serían: ¿Cómo puedo aprender a relacionarme mejor conmigo mismo, con los y las demás, hallando mis necesidades y límites? ¿De qué manera puedo viajar entre las intempestivas y concordancias del tiempo para tener una perspectiva más amplia de lo que me rodea?

Allí recae el peso de los propósitos en realidad. Justo en lo simbólico de los mismos; que en bruto, sin ser pésimamente pulidos por otros factores, se insertan en lo más fundamental para el individuo y su dimensión social (relaciones y espacio-tiempo).

Revertir los mismos propósitos de Año Nuevo hacia esta dirección requiere de mucho coraje confrontativo para estar dispuestos a ver nuestra cara más oscura, vulnerable, pero de igual manera la más fuerte, esperanzadora y conciliadora.

Dos sencillos pasos

Revisar y reconocer nuestra necesidad de crear relaciones de acuerdo a nuestras compatibilidades con los/las demás, así como trabajar con nuestra disposición —sin ser transgredidos— de relacionarnos con aquello que es distinto a nosotros. Siempre teniendo la posibilidad de elegir qué queremos: amistades, pareja y compañía.

Un ejemplo de ello sería comprender mejor nuestros momentos de ansiedad que tejen escenarios falsos en nuestra cabeza respecto al momento preciso de estar articulando un vínculo —de cualquier tipo— con alguien; aprender a comunicar nuestras necesidades afectivas con los demás, no guardarnos los estímulos que nos hacen sentir incómodos y expresarlos asertivamente sin el miedo al ser «intensos».

Entender que el tiempo como una medida no está en función completamente de nosotros, sino de un entramado impredecible de fenómenos y personas. Por lo que será necesario estar en el aquí y ahora, satisfechos de que el esfuerzo que realizamos para actuar de acuerdo a las intempestivas del tiempo y sus concordancias —haciéndonos sentir tranquilos y tomando en cuenta al otro— es suficiente.

Es decir, experimentar los momentos de cada etapa pasada y presente en nuestra vida. Sentirlos con todas las fuerzas, entendiendo que no todo lo que sucede debe de tener un sentido explícito, sino que somos nosotros mismos quienes lo dotamos de un significado. Eso o sencillamente soltarlo sin más una vez que nos hayamos permitido sentirlo y contemplarlo.

Aprender a realizar estas dos cosas conlleva un proceso de largo aliento, cuyos pequeños actos van constituyendo un algo más grande. Ser conscientes incluso del proceso mismo (avances y fallas) conducirá en dirección a un panorama realista, de autoconocimiento profundo, pero sobre todo gratificante.

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