Por qué Facebook no tiene remedio (aunque Mark Zuckerberg opine lo contrario)

Creer que existe una diferencia cualitativa entre datos sensibles es mirar sólo un pixel de una imagen panorámica, donde aguardan millones de nombres, ubicaciones, relaciones...

“Saber que una ardilla se mueve delante de tu casa en este momento puede ser más relevante para tus intereses que el hecho de que la gente se muera en África”.

Mark Zuckerberg

En Facebook existen prioridades. No se privilegian las relaciones humanas, ni los intereses grupales, tampoco estar en contacto con lo que te importa, como asegura su fundador. Que el fin último de la red social es almacenar información y hacer negocio con ella es una verdad como puños, demostrada hasta el cansancio a través de los distintos escándalos en los que la compañía ha incurrido por el uso indebido de datos sensibles en el último año. 

La empresa tecnológica atraviesa una crisis de credibilidad nunca antes vista. Actualmente, Facebook enfrenta más de una decena de investigaciones judiciales en Europa y América por violaciones a la privacidad, las más recientes a finales de abril procedentes de Irlanda y Canadá, que se preparan para llevar a Zuckerberg a los juzgados por el uso indebido y la exposición de miles de datos de usuarios.

En el evento F8, donde se presentan las novedades de la red social más utilizada del mundo (con el halo de innovación que rodea cada nuevo producto que sale de Silicon Valley, por más banal que sea), Zuckerberg y todos los jefes de producto repitieron una y otra vez cuatro palabras a manera de rezo. No había espacio para la duda: como un mantra trillado y previamente ensayado, la frase “The future is private” debía penetrar en los desarrolladores presentes en la conferencia, replicarse en medios de comunicación y tener eco mundial para hacerle saber al mundo que Facebook pretendía dar un vuelco a su política de privacidad.

No obstante, el rediseño de la interfaz gráfica que privilegia los tonos claros y el cifrado de chats de extremo a extremo son apenas un par de anuncios que no pasan de lo mediático y buscan cambiar la maltrecha imagen de la red. A pesar de cada mejora prometida por la compañía de Menlo Park, el resultado final es evidente: nada cambiará en la maquinaria que hace a Facebook un monstruo que se alimenta de un volumen de datos nunca antes visto, moviéndose entre la inmoralidad y los vacíos legales de la red para poner ofrecer hipersegmentación con graves efectos en la opinión pública, el periodismo y la democracia.

¿Quién defiende a Facebook?

Gran parte de la defensa de Facebook –tanto al interior, como de quienes han incurrido en el uso indebido de datos– recae en un argumento falaz: la definición de datos sensibles. Creer que existe una diferencia esencial entre una fotografía con nombre y apellido o un montón de líneas de código es igual a ver sólo un pixel de una enorme imagen panorámica, donde aguardan millones de nombres, ubicaciones, relaciones, intereses y reacciones que forman patrones, correlaciones que permiten teorizar modelos y hábitos de consumo. La clave radica en el volumen de información.

He ahí el riesgo de almacenar datos que a priori lucen inservibles. No es necesario obtener millones de contraseñas; basta un análisis de una gran cantidad de datos para obtener aspectos sensibles de una población determinada, como ideología política, religión u orientación sexual, mismos que desde Facebook están destinados a alentar a realizar acciones: desde dar un “Me gusta”, hacer una reservación o comprar un producto, hasta asegurar el voto de un partido en las próximas elecciones.

Para los escépticos y defensores de Facebook, vale más que nunca la respuesta de Edward Snowden en Reddit en 2015, cuando fue cuestionado sobre el espionaje: “Argumentar que no te preocupa la privacidad porque no tienes nada que esconder es como decir que no te importa la libertad de expresión porque no tienes nada qué decir”.

Pretender privacidad en un sitio diseñado para recopilar miles de millones de datos y realizar análisis hipersegmentados como nunca antes en la historia no sólo resulta un sinsentido, también parte de un error común en la lógica tanto de desarrolladores como de buena parte de los 2 mil millones de usuarios de la red social: creer que los algoritmos están exentos de sesgos.

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Alejandro I. López
Economista crítico. Editor Digital.

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