El lado oscuro del Mundial: corrupción, explotación laboral, machismo y homofobia en Qatar 2022

La gran fiesta del fútbol arranca rodeada de un halo de podredumbre, el mismo que hace diez años eligió Qatar como sede del Mundial de 2022

Durante un mes, Qatar, un país de tamaño y población similar a la de Querétaro, será el epicentro de la atención mundial. Equipos, aficionados, patrocinadores y directivos se darán cita en su capital, Doha, para la Copa Mundial de la FIFA, el evento de cualquier naturaleza más visto en todo el globo.

No obstante, detrás de la gran fiesta del fútbol, de los cien nuevos hoteles, los seis nuevos estadios, la construcción de avenidas, plazas y toda clase de infraestructura urbana respaldada con una inversión de 220 mil millones de dólares (el Mundial más caro de la historia) yace un entramado de corrupción, explotación laboral, homofobia y la violación sistemática a los derechos humanos.

Una elección polémica

Qatar es una monarquía absoluta gobernada por la familia Al Thani, un país que en 1971 dejó atrás el protectorado del Reino Unido y se convirtió en una nación independiente. Contra todo pronóstico debido a su largo historial de violaciones a los derechos humanos y una nula tradición futbolística, el país fue designado como la sede de la Copa del Mundo 2022 por el Comité Ejecutivo de la FIFA en una reunión celebrada en Zurich en diciembre de 2010.

La decisión, envuelta en el enésimo escándalo de la FIFA relacionado con sobornos, corrupción, fraude y lavado de dinero, provocó el repudio de un sinfín de organizaciones civiles, defensoras de derechos humanos y la molestia de algunas federaciones de fútbol. Josep Blatter, presidente de FIFA en aquél entonces, negó rotundamente que las sedes de Rusia 2018 y Qatar 2022 fueran elegidas por dinero. En su lugar, defendió hasta el cansancio que se trataba de llevar la Copa del Mundo a «otras culturas». El Mundial más polémico de la historia estaba en marcha.

Más de 6,500 trabajadores migrantes muertos

Qatar 2022
Foto: Ben Koorengevel / Unsplash

En febrero de 2021, una investigación de The Guardian< reveló que desde 2010, cuando Qatar se fue elegida como sede de la Copa del Mundo 2022, más de 6 mil 500 trabajadores migrantes, principalmente de India, Pakistán, Nepal, Bangladesh y Sri Lanka habían muerto trabajando en la infraestructura del Mundial.

Entre abril y agosto, la temperatura en Doha es extrema durante las tardes y puede alcanzar entre 45 y 55ºC en exteriores. De ahí que la FIFA decidiera cambiar la temporada en que típicamente se celebra el mundial (junio-julio) a noviembre-diciembre de 2022, un hecho inédito en las Copas del Mundo. No obstante, los trabajadores no tuvieron opción.

Un informe de la ONG británica reveló que en promedio, los obreros que levantaron los estadios, autopistas y la infraestructura relacionada con la Copa del Mundo, fueron sometidos a jornadas de trabajo exhaustivas que se extendían entre 14 y 18 horas diarias con el objetivo de librar las horas más cálidas del día.

Equidem entrevistó a un trabajador indio que fungió como electricista en la construcción del estadio de Lusail, una obra colosal con capacidad para 80 mil espectadores donde se jugará la final del torneo: «No hay buenas instalaciones para el agua potable… antes había una cubeta llena de hielo, que se derretía lentamente. Esto impedía que nosotros bebiéramos demasiado», reveló a propósito de la disponibilidad de agua en su centro de trabajo.

Golpes de calor, caídas letales y suicidios: levantando los estadios del Mundial

Otro trabajador nepalí, empleado por la constructora HBK y entrevistado por la ONG en julio de 2022, contó la muerte de dos compañeros suyos en la misma obra. El primero, un migrante bangladesí que cayó al vacío «desde el quinto piso hasta el suelo” en marzo de 2019. “Sucedió apenas unos días después de que empecé a trabajar aquí… escuchar de ese accidente me puso nervioso, por eso siempre revisaba bien mi cinturón y su fecha de caducidad. Hacía mi trabajo con mucho cuidado» explicó, recordando un caso más reciente: «No recuerdo la fecha, pero debe haber sido en 2021, cuando un chino murió en el estadio Lusail, se cayó desde una altura de 25 metros. Escuchamos a gente decir que ninguna parte de su cuerpo se movía (antes de caer). Lo llevaron al hospital y murió”.

Los testimonios de jornadas interminables, golpes de calor y caídas letales se repiten en los estadios de Al Bayt, Al Janoub, Al Rayyan y Khalifa, todos sedes de Qatar 2022. El gobierno qatarí reconoce 37 muertes de trabajadores que construían los estadios; sin embargo, se trata de una categoría ambigua: del total de muertes, 34 han sido clasificadas por el comité organizador como “no relacionadas” con su trabajo. El número de muertes de trabajadores oficialmente reconocidas por la FIFA y el gobierno de Qatar es de tres.

Además, The Guardian revela que el 69 % de las muertes entre trabajadores indios, nepalíes y bangladesíes fueron clasificadas por las autoridades como «muerte natural», una categoría que incluye insuficiencia cardiaca o fallo respiratorio agudo, pero no ofrece una explicación médica real sobre su deceso.

Un régimen abiertamente machista

Qatar 2022
Foto: Florian Wehde / Unsplash

Aunque la escena en Qatar puede engañar a las miradas más incautas, los derechos de las mujeres están supeditados a la tutela masculina, que se extiende en casi todos los aspectos de su vida. Si bien las mujeres no van cubiertas completamente como en otros países de Oriente Medio, las leyes sostienen un régimen activo de tutela masculina, bajo el cual trabajar, viajar, estudiar, asistir a determinados eventos o ser las tutoras de sus hijos depende enteramente del permiso de sus esposos.

En Qatar, las relaciones sexuales extramatrimoniales se castigan con cárcel y en el caso de mujeres casadas, pueden conllevar la pena de muerte. “La tutela masculina refuerza el poder y el control que tienen los hombres sobre las vidas y elecciones de las mujeres y puede alentar o propiciar situaciones de violencia, lo que deja a las mujeres con menos opciones viables para escapar del abusos en la familia o por parte de sus esposos”, explica Rothna Begum, investigadora de Human Rights Watch.

Prohibida la diversidad: homofobia, encierro y terapias de conversión

El código penal de Qatar es claro: las relaciones homosexuales son consideradas un delito que puede castigarse hasta con siete años de prisión. Según Amnistía Internacional, el artículo 296 especifica los delitos de “conducir, instigar o seducir a un varón de cualquier manera para que cometa sodomía o disipación” e “inducir o seducir a un varón o a una mujer de cualquier manera para que cometa acciones ilegales o inmorales”. 

A pesar de las violaciones a los derechos humanos en Qatar, la FIFA pasó una década defendiendo la designación en público. En diciembre de 2010, Joseph Blatter, expresidente del organismo, incluso bromeó al responder a pregunta expresa sobre la preocupación existente en la comunidad LGBT+ por organizar el Mundial en un país abiertamente homofóbico. Entonces el suizo contestó en tono irónico que “gays y lesbianas deberían abstenerse de cualquier actividad sexual”.

A finales de octubre de 2022, Humans Rights Watch documentó arrestos arbitrarios a personas de la comunidad LGBT+ en Qatar. La organización defensora de derechos humanos presentó seis casos de “palizas graves y repetidas” y cinco más de acoso sexual bajo custodia policial, todo entre 2019 y 2022. Todos fueron detenidos en lugares públicos y sus teléfonos fueron registrados ilegalmente.

La homosexualidad, un “daño mental”

Los detenidos explicaron a la organización que fueron golpeados y obligados a dar confesiones forzadas y mostrar sus teléfonos, tomar capturas de pantalla de distintas conversaciones y compartir información de otras personas LGBT+. En todos los casos, los detenidos fueron llevados a una prisión subterránea ubicada en Al Dafneh, Doha y pasaron dos meses en aislamiento, sin cargos, ni registro alguno que especifique el motivo de su detención, ni acceso a su defensa jurídica; una serie de abusos que constituyen una detención arbitraria.

Apenas doce días antes de la inauguración del Mundial, Khalid Salman, embajador del evento y exfutbolista qatarí, declaró a la televisión alemana que la homosexualidad «es un daño mental». Salman explicó que se trata de haram, es decir, una prohibición del islam. La entrevista fue finalizada súbitamente por un responsable de prensa del comité organizador de la Copa del Mundo.

La gran inauguración, diez años después

En el día de la inauguración del Mundial de Qatar 2022 y a diez años de su designación como sede de la Copa del Mundo, las sospechas iniciales han sido confirmadas una por una. En mayo de 2015, el Departamento de Justicia de Estados Unidos y el FBI destaparon el entramado de corrupción, fraude y lavado de dinero al interior de la FIFA: 14 personas fueron acusadas de recibir 50 millones de dólares a cambio de asignar derechos de marketing, de transmisión, patrocinios y adjudicaciones de sedes de torneos, un modus operandi calificado por las autoridades estadounidenses como «rampante y sistemático»  por al menos dos generaciones.

El caso trajo consigo la renuncia de Blatter, el mismo que once días antes de la inauguración de Qatar 2022 confesara a la prensa suiza que llevar el mundial al Medio Oriente fue «un error». No sólo eso: el expresidente de FIFA reconoció de forma implícita el Qatargate, una investigación publicada por France Football en 2013 que, grosso modo, reveló la trama de corrupción y compra de votos que llevó a un bloque de países a decantarse por Qatar en la elección de 2010. «Era por supuesto, un asunto de dinero», finalizó.

Sí: hoy el balón volverá a rodar en Doha ante la mirada de miles de millones de aficionados y curiosos de todo el mundo. La maquinaria de petrodólares celebra el Mundial que compró hace una década. En medida de lo posible, las condiciones están puestas para una fiesta. Un sector de la afición acudirá con la misma ilusión de cada cuatro años, sin inmutarse por el halo de podredumbre que envuelve a Qatar ni reparar en las violaciones de derechos humanos sobre las que se levanta la parafernalia mundialista. No obstante, otro grupo, el del aficionado crítico, el que defiende el fútbol popular y el deporte por encima de los intereses extracancha, acudirá a una Copa del Mundo con todas las reservas, pensando en la mejor forma –si es que existe– de conciliar su gran pasión con el secuestro de la misma. ¿Será que, a diferencia de la histórica frase de Maradona, la pelota sí se mancha?

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Alejandro I. López
Alejandro I. López
Economista crítico. Editor Digital.

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