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Qūentin Café taza

Ámsterdam 67. Qūentin Café en la elipsis de la Condesa

Qūentin Café abrió su nueva sucursal en el corazón de La Condesa. ¿Ya te preparaste para una bebida perfecta y repensar el lugar en donde te has sentado?

Puede ser el mediodía, pero en Avenida Ámsterdam el juego de luces y sombras siempre desconcierta. Hace que la noción del tiempo se pierda ligeramente. A un costado tuyo, no importa la hora, siempre pasa un vecino practicando su caminata o veloz trote. Con unos cuantos metros de separación, algún perro de la colonia anda entre los arbustos como si de su casa se tratara. Jamás extraña que alguien esté en alguna banca leyendo o aprovechando los rayos de sol. Todo, cobijado por el ilustre y tumultuoso arbolado de la calle que nunca termina.

Esa calle que en sus casas más viejas se puede percibir un ligero aroma a humedad desde fuera. Que desde temprano guarda un barullo que, seguro, no satisface a los colonos más antiguos, pero que para otros nos resulta suculento. Esa traza urbana que por las noches se convierte en peculiar oscuridad, aunque sede de la vida cultural citadina.

Hoy, a esa amplia propuesta de experiencias que allí radica, que empieza desde muy temprano y parece jamás culminar, se suma una nueva sucursal de Qūentin. Un café ya famoso para la zona –su primer espacio está en Av. Álvaro Obregón 64– y que ahora prueba suerte en el corazón de la Condesa. En la avenida elíptica. Ámsterdam. Una calle que marca el pulso de los inquilinos, la atención de los turistas y el encanto de quienes trabajan a la redonda. Suerte de glorieta y parque lineal donde la vida parece nunca apremiar ni tener agenda.

Qūentin Café barra

La elección no fue azarosa para Qūentin. La Condesa es centro geográfico de la ciudad y uno de los núcleos más importantes para la cultura en México. Tanto así, que andarla es, como dijimos desde un inicio, paseo para la imaginación. Y también para la historia.

Caminar por la Avenida Ámsterdam hacia Qūentin –no importa desde qué punto, siempre el camino te hará llegar– resulta un recorrido por la Nueva España. Ineludible, pues una de las primeras colonias en construirse fue ésta. Primero, como la Hacienda de Santa María del Arenal, hasta que fue adquirida por la familia de María Magdalena Catarina Dávalos de Bracamonte y Orozco, tercera Condesa de Miravalle. Dueña de 70 haciendas en el estado de Michoacán, una mina en Nayarit y distintas propiedades en otros estados de la República.

Gran parte de la Hacienda tenía una sede del Jockey Club de México en su interior; allí se construyó un hipódromo que funcionó hasta 1920 y dibujó el futuro de la zona. Misma que fundó su fin habitacional en 1927, tras la desaparición de este recinto; se fraccionaron los terrenos, que al principio respetaban la delimitación del antiguo hipódromo, y se hicieron boulevares, camellones, glorietas, fuentes y dos grandes parques: el España y el México.

Qūentin Café monos

Llegando a Qūentin, ese pasado aún es palpable. A pesar de que en el camino se atraviesan nuevos edificios y espacios remodelados, muchas viviendas aledañas exponen el tiempo que les vio nacer. Su arquitectura es una conjunción de estilo neoclásico, ecléctico y  art decó. La misma forestación de su andador medular habla de un México dichoso y buscador de paisajismo.

Siendo coherentes con su alrededor y el diálogo histórico que éste entabla, Qūentin diseñó su sucursal a la perfección. En la planta baja de una clásica casa del barrio, el café te recibe con una barra y atmósfera marcadas por el concreto, pero acentuadas por un calor netamente mexicano que suelen dar los fulgores color oro y cobre con ciertos tonos neón. Utensilios propios de la extracción de café adornan el espacio.  El menú se lee en un tablero de letras intercambiables que busca lo complejo en su simplicidad misma.

Qūentin Café pasillo

A un lado, respetando la estructura del edificio, un largo pasillo con pequeñas barras a los costados. Como suele pasar en las ciudades, no hay rincón al que no deba sacársele ventaja y este corredor es aprovechado por quienes van «de rápido» a tomar un buen café. Quedarse de pie en este lugar de transición te abraza con singular aire cosmopolita y de cruda urbanidad. Arriba de tu cabeza: un techo de estalactitas plásticas que no resultan más que alcancías con figura de mono. Un detalle del lugar que narra lo mexicano sin caer en los clichés.

Al fondo, un pequeño patio con unas cuantas mesas y plantas endémicas del país. Aquí, los colores y la entrada de luz natural hacen que lo mexicano se diga con naturalidad, pero no diciendo lo obvio. Aunque el espacio es pequeño, la retina juega con los paisajes de Gabriel Figueroa y la contemporaneidad del diseño industrial. Si adentro no hay asiento, coqueteando con la estructura de la calle, se encuentran dos piezas de mármol: una barrita en color blanco junto a la entrada y una banca color negro en medio de la jardinera.

Qūentin Café patio

¿Qué ordenar? Absolutamente todo. El café es de orígenes que cambian constantemente en la carta: hay de Kenia, Etiopía, Guatemala, Colombia, Chiapas, Oaxaca, entre otros. Sus baristas son expertos y saben perfecto qué servirte si llegas pidiendo algo dulce, amargo, cítrico, floral, ácido, etcétera. Destacan el espressonic para un boost de energía refrescante, un flat white si prefieres algo muy bien concentrado pero con cierta cremosidad, y un frío carajillo.

En Ámsterdam 67 hay, actualmente, un pedacito de la historia que seguimos contando en La Condesa. Una habitación para el verdadero aroma a café y el encuentro que necesitamos establecer con la mexicanidad de la CDMX. Una cafetería que sobrepasa sus muros e invita a hacer comunidad con el diseño de nuestra ciudad, sus pasados y nuestras aportaciones para el futuro. Para ser conscientes del presente con taza en mano. Aquí no se viene a tomar café sólo porque sí.

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