Nos guste o no, moleste a quien moleste, los millenial —con todo y nuestra “maldita” obsesión por la tecnología y constante egocentrismo— estamos moldeando los espacios laborales del mañana. Es más: hoy transformamos las oficinas y los perfiles de trabajo que rigen a distintas industrias en el mundo. Los trabajos millennial están más cerca de lo que creemos. Tan sólo en 2020, seremos casi la mitad de la población empleada, de acuerdo con la investigación de Larry Alton para Forbes. Por ello, no es de extrañar que diversos proyectos empresariales presten mayor atención a las preferencias de nuestro sector demográfico, con tal garantizar prosperidad y mejor futuro para sus iniciativas.
Dicho esto, no es inusual entonces que, por ejemplo en México, los trabajos en Gobierno o empresas extremadamente conservadoras, reacias al cambio o a nuevos modelos estratégicos, hayan perdido predilección entre nuestra generación. Este panorama está a años luz de lo que los trabajos millennial pueden ofrecernos. Para aclararlo un poco, revisemos qué nos caracteriza y diferencia de otras generaciones.
¿Qué distingue a los trabajos millennial?
Para los millennial es mucho más importante un “por qué”, en comparación con un “dónde” o un “quién” —rasgos que al buscar empleo sí fueron prioritarios para los babyboomers (nacidos de 1945 a principios de los 60) y los gen-x (de finales de los 60 a principios de los 80)—. Los valores, las causas y el propósito de innovar son esenciales para nuestro desempeño. Trabajamos CON y no PARA las organizaciones. Asimismo, el sentido de comunidad, la libertad de crear y hacer, la flexibilidad de tareas y la comunicación digital (así como creativa) son más que indispensables al desempeñarnos profesionalmente.
Esto sin mencionar que, en grado superlativo, somos una generación definida por el emprendimiento y la firme convicción de generar bienes o conocimientos que beneficien en lo individual, pero también en lo colectivo.
Entonces, herederos de procesos económicos, sociales e históricos que nos disgustan de las generaciones pasadas, los millennial nos caracterizamos por ser cuestionadores e insurgentes de la tradición. Claro, no podemos pensar que nuestras circunstancias son maravillosas o que somos el summum de la civilizaciòn. Traeremos consecuencias negativas también para los centennial y para los gen-T, así como nuestros antecesores lo hicieron con nosotros; de hecho, algunas de ellas pueden ser palpables desde hoy mismo en el terreno laboral.
En perspectiva
Entremos en materia: los trabajos millennial están definidos, sobre todo, por un espíritu de aprendizaje constante, cambios forzosos, desafíos, desarrollo libre, autocuidado y creatividad. Desde ya, nuestra generación adoptará trabajos remotos como ninguna otra lo hizo jamás. En una investigación, Deloitte afirma que el 84% de sus encuestados millennial rechazamos empleos tradicionales, puesto que apostamos por trabajos independientes en el futuro. Al respecto, la International Business School in Europe, tras una encuesta, reveló que el 93% de sus entrevistados (millennial) no quieren una oficina convencional y que el 87% prefiere trabajar en un centro urbano.
Tampoco es que dicho escenario sea la panacea; mucho de explotación hay allí, debajo de un disfraz de buen-ondismo corporativo. Notemos que justo estos estándares de libertad y entornos moldeables son mancillados por los empleadores. Es decir, las empresas han tomado ventaja de esto para pagar menos, ofrecer el mínimo (o nada) de seguro, evadir impuestos y no comprometerse a largo plazo con sus trabajadores.
Interiorismo para… ¿el cautiverio?
De igual manera, la persecución por un balance de calidad entre vida y trabajo ha generado que más empresas adopten un diseño de interiores con más y mejores amenidades para sus empleados. Lo cual no está mal. Se aplaude. Se exige, incluso. Pero esto ha degenerado en la creación de un hábitat capaz de acoger a trabajadores con una carga excesiva de tareas tal, que su tiempo libre debe ser solucionado en las instalaciones de su empleador.
Acotemos: los trabajos millennial, por supuesto, para asegurar la permanencia de sus profesionistas y fortalecer el bienestar de los mismos, deben tomar estas medidas. Sin embargo, cuestionable es que asimilen dichos rasgos como una estrategia de cautiverio. Más aún si de por medio está una mala planeación de labores, una exigencia voraz o una arcaica costumbre de horas-oficina (bajo la idea de que quien más está, más hace).
De nada sirve tener cuartos de juego, zonas de descanso, áreas designadas para yoga o cualquier similar, si no hay reformas en cuanto a horarios flexibles, vacaciones dúctiles y posibilidad de tiempo personal.
Este cambio de terrenos ganados, en caso de no re-pensarse adecuadamente, puede convertirse en un problema para las generaciones venideras.
¿Cómo se ven las oficinas del porvenir?
Siguiendo las tendencias, las oficinas del futuro —considerando tanto al sector millennial como posteriores— apuntan a construir más azoteas verdes, atendiendo necesidades de relajación y de compromiso con el ambiente (esencial en la ideología de nuestra generación). A ello se suman jardines verticales, salones de meditación o descanso, espacios privados para trabajar y un mercado de productos locales o de la granja —para una mejor alimentación—.
Los trabajos millennial dibujan ya los primeros trazos para espacios laborales donde la convivencia y la comunicación son prioridad. No obstante, el gran panorama del futuro presenta co-workings donde reuniones mediante realidad virtual rompen lìmites de trabajo conjunto, así como salones o auditorios dispuestos para la educación continua involucran a la esfera académica con la profesional.
Asimismo, se estudia la posibilidad de que en un edificio en donde ya existen oficinas, tiendas y demás, puedan ser anexados pisos de vivienda. Es decir, que en una torre de usos mixtos, por ejemplo, podamos pensar en departamentos o cuartos habitacionales. No con el fin de tener viviendo a los trabajadores bajo un mismo techo, sino para obviar que las labores del mañana pueden efectuarse en cualquier sitio y que, en caso de requerir un acercamiento con los empleadores, no es necesario desplazarse por largas distancias.
Conclusión
Finalmente, ninguna de estas grandes evoluciones en el sector laboral podrá llegar a su máxima consumación –tanto ideológica como fáctica– si perdemos de vista que la verdadera reforma de fondo en los trabajos millennial está ligada con mejores condiciones humanas. Que hoy no se exigen divertimentos ni superficialidades para trabajar, sino estados de desempeño que hagan transparente cuán eficaces, productivos, proactivos e ingeniosos podemos ser, siempre y cuando preponderemos al ser humano como lo que es, no como una herramienta sin más que su instrumentalización.