Cuando un lugar se siente como un día de fiesta al que todos están invitados. No hay más. Ése es el indicado. Justo ésa es la sensación que uno tiene apenas se sienta en las sillas metálicas de Ahumados Pelican, un restaurante de carnes ahumadas que, a pesar de su corta historia, está cobrando popularidad bastante rápido y no es para menos. Su menú, corto pero cumplidor, se está convirtiendo en una parada obligada para los carnívoros de la ciudad.
La primera sucursal de Ahumados Pelican abrió en Valle de Aragón, en diciembre de 2020; y creemos que el que abriera allí no fue sólo coincidencia. Además de que Alejandro Hernández, chef y miembro fundador del restaurante, es oriundo de ahí, la colonia tiene ese aire barrial y familiar que se extraña en lugares más céntricos de la ciudad que, si bien tienen propuestas deliciosas, no siempre se alejan de la pretensión.
Ahora, con su segunda sucursal en Santa María la Ribera, esa sensación no hizo nada más que expandirse. En ambos locales los detalles sencillos; como la música, la atención y la cerveza bien fría y bien preparada que se combinan con el olor del humo y la carne cocinándose lentamente. Lo cual crea una atmósfera de tarde dominical con la familia. Y ésa ni siquiera es la mejor parte.
Cuando uno entra al local, el concreto, las mesas de metal, los enormes ventiladores y esos monstruos de metal que son los ahumadores, invitan a despojarse de las inhibiciones y comer tanto como el estómago lo permita. Sin embargo, al ver el menú la cosa podría cambiar; pero hay que poner mucha atención a las letras chiquitas, porque aunque el menú no es tan largo como se acostumbra en otros lugares, sí tiene las opciones justas para que uno salga satisfecho.
Menú de Ahumados Pelican
Para poder comer platillos como las salchichas y los hot dogs de Pelican, conviene llegar temprano, porque siempre vuelan. Sin embargo, las carnes insignia de la carta siguen saliendo durante el día. Nosotros, por ejemplo, probamos el sándwich de brisket, que definitivamente no tiene pierde.
Desde que llega a tu mesa, la carne humea y escurre de una forma hipnótica; es ahí donde uno, incluso antes de probarla, se da cuenta de que está cocinada en su punto exacto: una cocción que la deja lo suficientemente blanda como para masticarse fácilmente, pero no tanto como para que impedir que los sabores se perciban correctamente acompañados de una cerveza bien fría o cualquier otras bebida de la barra.
Al final, cada uno marida como más le guste. Como guarnición, y esto merece una mención especial, los sándwiches vienen con pepinos encurtidos con anís estrella; una mezcla dulce y ácida que rara vez aparece en otros restaurantes de la ciudad y que seguramente apreciarán los amantes de los sabores fuertes. Las salsas y la mostaza también son algo que debemos destacar, pues los preparan ahí mismo para que todo tenga el toque de la casa y uno esté seguro que sólo allí se puede saborear algo así.
Para cerrar una comida como ésta siempre conviene guardar el espacio para el postre, que en Pelican se parte en dos opciones: fresas con crema o plátano ahumado con queso mascarpone y miel. Este último es una versión sofisticada —pero no por eso menos reconfortante— del plátano de carrito. Con todo, visitar Ahumados Pelican en cualquiera de sus dos sucursales es todo un ritual que sabe a carne, humo, postres y una tarde que se recuerda por mucho tiempo.