La tercera temporada de Narcos México —estrenada a principios de noviembre— rompió con todo las pantallas de los usuarios de Netflix México, pues tras sus dos exitosas temporadas no podían dejar con cabos sueltos la historia de los más grandes capos del narcotráfico en este país. Tampoco dejar con ganas de más a los espectadores de esta plataforma.
En esta nueva temporada, continúan los eventos desatados por la detención del Miguel Ángel Félix Gallardo, mejor conocido como el “Jefe de jefes”, los conflictos suscitados entre los miembros de la familia Arellano Félix, el cártel de Sinaloa y Juárez; así como el ascenso de Amado Carillo Fuentes a.k.a. “El señor de los cielos”.
En concreto, el cartel de los Arellano Félix sigue tomando poder en la zona de Tijuana, mientras que al ser un punto decisivo en el traslado de droga para el grupo de Juárez y Sinaloa, ya no quieren seguir pagando la cuota al pasar sus cargamentos por ahí. Esto, producto de la ambición de dinero y poder, lleva a tomar acciones radicales al cártel de Sinaloa, creando una guerra contra los Arellano Félix. Mientras tanto, Amado Carrillo Fuentes mantiene un perfil bajo, realizando sus negocios desde Juárez hacia otras partes del mundo como Cuba y Colombia. Mientras, la DEA investiga a los miembros más importantes (como los Arellano Félix y Carrillo Fuentes).
Narcos México temporada 3 retrata el contexto nacional de los años 90, los feminicidios en Ciudad Juárez, y la globalización e interrelación de la élite político-económica mexicana con un punto nodal en común: el narcotráfico.
La estetización del crimen
Netflix lleva a acabo la tarea de traer a colación uno de los temas más duros en el país: el narco. Algo indiscutible es la manera con la que atrapa la historia relatada audiovisualmente hablando; la actuación de las y los actores es buena.
Sin embargo, hay un tema que es indiscutiblemente interminable, traer como producto cultural una de las partes históricas más turbias de México, merece un trato serio y delicado por el mero hecho de dignificar a las víctimas del crimen.
Construir un puente empático a partir de las interpretaciones de los actores y arco argumental entre los criminales y el público puede resultar peligroso. No por la probabilidad de réplica del público a imitar lo que hicieron, sino por un ejercicio de memoria y dignificación histórica.
Empatizar y preocuparse por los protagonistas de la serie de acuerdo al arco argumental de la misma es un objetivo inherente de producto. Sin embargo, esa empatía y preocupación por los protagonistas parece borrar la verdadera conformación histórica, social y política de los narcotraficantes retratados. Así como las escenas de encuentros con armas de fuego que rebasan la situación de lo real. Que si bien ése es el objetivo de una serie de entretenimiento, llega a un extremo de secuencia hollywoodense.
El manejo de los lujos adquiridos por los criminales y la familiaridad con la que se mueven en el mundo de la clase alta y lo político reflejan una actitud cuasi-empresarial que cae en lo aspiracionista. En ocasiones, se trata de una estetización del crimen que borra la importancia de una situación que continua su flujo en el país.
La aparición de una estrella
Dentro de la serie, Bad Bunny (el artista más escuchado en 2021 según Spotify) realiza una aparición como uno de los narco-juniors apegados a Ramón Arellano Félix, donde es cómplice de los crímenes y encargos del cartel de Tijuana.
Sin duda, fue una de las noticias que más llamó la atención para atraer público al consumo de la Narcos México. Pero por otro lado, esto sigue subsumiendo a la estetización y espectacularización del crimen. Pues el foco de atención se desvía a la estrella invitada, bajo la emoción de las escenas que logra interpretar.
El problema de la concientización
El objeto de la narcocultura en México es una situación que se agrava sin siquiera darnos cuenta. Se encuentra muy bien diluida en los productos culturales como las series y la música. Los valores con los que construyen a las figuras criminales comúnmente oscilan entre la lealtad, el hermetismo, la determinación y la fortaleza. El resultado de ello es una figura de inspiración para quienes el contexto social no favorece, como si de una salida fácil se tratara, o fuese una filosofía de vida a seguir.
He ahí la responsabilidad de manejar con delicadeza las cuestiones históricas que han cobrado miles de víctimas en el país. No precisamente para realizar un espectáculo estético donde los protagonistas sean revestidos como agentes de acción, cuyos planes no deben ser estropeados para que la trama pueda continuar.