Enseñar filosofía. Para qué y por qué en la educación básica de México

La enseñanza de la filosofía forma parte de una educación integral que el país debe tomar muy en cuenta para todas y todos.

Pensar que la filosofía es inútil o se encuentra desligada del mundo es perder de vista que las distintas ramas de esta disciplina son cruciales –desde múltiples flancos– para nuestra sociedad.

La situación:

Asignaturas de filosofía en cualquier nivel como la lógica, la ética, la estética, la epistemología, la historia de las ideas filosóficas en México y en el mundo, entre otras, pueden ser debatidas como un lastre o una pérdida de tiempo para la formación de ciudadanos que necesitan enfocarse en la técnica, la innovación y, sobre todo, en hacer dinero. Y claro, el ejemplo recurrente son aquellas personas que aspiran a incursionar en ingenierías, ciencias exactas, derecho o el ámbito empresarial; por supuesto, también figuran los jóvenes que no llegarán a una licenciatura o abandonarán sus estudios antes o después de la secundaria.

El provecho de la filosofía se torna brumoso para muchos. Pero el punto no es dilucidar si el pensamiento humanista tiene o no un carácter de utilidad, sino entender cuál es su objeto de estudio. Constantemente se cree que la filosofía consiste en una serie de pensamientos desordenados y tendientes al ocio (bajo el uso recreativo de drogas quizá), o en una memorización abrumadora de fechas, nombres, reflexiones en desuso y palabras fuera del entendimiento general. Esto último, resultado de prácticas enciclopédicas que los mismos estudiantes de la materia confundimos con filosóficas.

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A tratar

Entonces, asumir que la filosofía es inutilidad pura en una tira de materias no requiere que justifiquemos académicamente una asignatura: necesita que aclaremos los provechos que tiene su estudio para la vida, nos dediquemos a lo que nos dediquemos.

La inclusión de la filosofía –y el robustecimiento de sus vertientes en diversos grados escolares– sería uno de los más grandes aciertos que hoy puede tener el país y su actual gobierno. Al proyecto educativo curricular de México le urge escuchar con atención las reiteradas peticiones de catedráticos, académicos y otras figuras de la intelectualidad para considerar a las humanidades columna vertebral en la educación de los mexicanos. La filosofía, por supuesto, jugando a la médula ósea.

¿Por qué?

No demos más vueltas. Se persigue el desarrollo del pensamiento autónomo y el análisis crítico en cualquier espectro en que nos desenvolvamos.

La enseñanza de la filosofía a los niños y jóvenes del país amplía las posibilidades que tenemos como sociedad para desplegar una visión crítica hacia el mundo y generar los juicios suficientes que lleguen a la acción; es decir, advertirnos capaces de intervenir y transformar la realidad. Llevar la filosofía a las escuelas –y llamándole por su nombre para empezar– nos lleva a pensar que los estudiantes se formarán, por sobre todo y con riesgo a vernos chatos en su prospección, en el análisis de argumentos, conceptos y problemas complejos que requieran una defensa de sus propios puntos de vista. Asimismo, en el uso riguroso del lenguaje, en la mejora de nuestra comunicación, en la conexión y apreciación de diversos saberes, en cómo nos configuramos culturalmente alrededor del planeta y en el fomento de conocimientos morales, sensibles y políticos para todo quehacer humano.

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¿Le conviene al gobierno, al Estado, que esta formación se universalice para su pueblo?

Si hubiéramos seguido con el antiguo régimen, tal vez no. Pero si la administración actual es congruente con sus discursos de abolición a los antiguos modos, tendrá que ser muy consistente con esta mirada curricular hacia las humanidades y más específicamente a la filosofía.

El Observatorio Filosófico de México, ante esta situación, propone que la educación humanística y filosófica se incluya explícitamente en la Constitución. AMLO y el Congreso –ampliamente gobernado por Morena– no tendrían razón para no escuchar. Tener a la filosofía en todos los niveles educativos implicaría capacidades cognitivas básicas para la vida personal y profesional que propone su revolución, así como la inserción de saberes que obedecen más allá de las necesidades del mercado; ardid último del exgobierno.

Y no. No se atentaría contras las ciencias exactas, la técnica, la innovación y el crecimiento tecnológico. Al contrario. Se fortalecería desde otros horizontes. Además de que romperíamos con la visión mercantilista de la educación y eliminaríamos por completo la construcción de una masa que, por falta de formación humanista, siempre está dispuesta a ser manipulada.

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La propuesta:

La educación que se imparta en el país deberá incluir en sus planes de estudio la promoción de valores, la filosofía y en general las disciplinas humanísticas como el conocimiento de la historia, la geografía, la cultura y las lenguas originarias de nuestro país, así como la activación física, el deporte, las artes, en esencial la música, las diversas manifestaciones culturales, y el respeto al medio ambiente.

El Estado incentivará la investigación científica, tecnológica y humanística que se realice en el país, entendiendo por humanidades todo lo que coadyuve a una formación integral de la persona desde la infancia como la literatura, la música, el arte y la filosofía.

Esto último presentado por el Observatorio Filosófico de México para modificar el artículo tercero constitucional de México y respaldado por un amplio sector de la comunidad filosófica en el país. Ahora el asunto está en saber si esta reforma efectivamente garantizará un modelo plural, incluyente y en concordancia con la diversificación de saberes que se dan a lo largo de toda la República.

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Eduardo Limón
Editor Digital

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