Al margen del profundo racismo y discriminación que sufren los extranjeros que por motivos ajenos a su voluntad vienen a México (refrendado por férreas políticas migratorias que obedecen a las necesidades de los Estados Unidos), históricamente nuestro país se ha caracterizado por acoger en calidad de refugiados o asilo político a personas que huyen de su país de origen por considerarlo una amenaza para su existencia.
Leon Trotsky pasó sus últimos años en México después de que Diego Rivera consultara al otrora presidente, Lázaro Cárdenas, para ofrecer asilo político al activista en nuestro país. Durante el exilio español tras la Guerra Civil, miles de republicanos llegaron a México. Lo mismo ocurrió con los perseguidos tras el ascenso del Nacionalsocialismo en Alemania y Europa a mitad del siglo XX, el golpe de Estado en Chile en 1971 y la junta militar que se instaló en la Argentina cinco años después.
En esta ocasión, el presidente depuesto de Bolivia, Evo Morales, recibirá asilo político en México después de aceptar la invitación de la Secretaría de Relaciones Exteriores tras el golpe de Estado que sufrió el país andino el domingo pasado.
¿Qué significa recibir asilo político en México?
Además de la Convención sobre Asilo de La Habana de 1928 y la Convención sobre Asilo Diplomático firmada en Caracas en 1954, en México la Ley sobre Refugiados, Protección Complementaria y Asilo Político establece la normativa jurídica de los refugiados:
El artículo primero de esta Ley explica qué el asilo político es la “protección que el Estado Mexicano otorga a un extranjero considerado perseguido por motivos o delitos de carácter político o por aquellos delitos del fuero común que tengan conexión con motivos políticos, cuya vida, libertad o seguridad se encuentre en peligro, el cual podrá ser solicitado por vía diplomática o territorial».
En el artículo 61, la Ley establece quiénes son aptos para recibir asilo político en México: “Todo extranjero que encuentre en peligro su vida, su libertad o seguridad por ideas o actividades políticas directamente relacionadas con su perfil público, y carezca de la protección de su país”.
El contexto en México: polarización y polémica por el supuesto fraude
La noticia del asilo político otorgado a Evo Morales, dada a conocer oficialmente la tarde del lunes por el canciller mexicano Marcelo Ebrard, sumó a la creciente polarización en redes sociales. Si bien la Organización de Estados Americanos (OEA) emitió una recomendación basada en repetir las elecciones tras hallar evidencia de irregularidades en la auditoría que realizó a los resultados de los comicios del 20 de octubre; el Center for Economic and Policy Research (CERP) publicó el mismo día que se consumó el golpe de Estado un informe estadístico en el que asegura, “no hay evidencia de que los resultados de las elecciones bolivianas se hayan visto afectados por irregularidades o fraude”.
Al tiempo, resulta evidente la incapacidad del gobierno de Evo para generar nuevos representantes que dieran continuidad al proyecto político del Movimiento al Socialismo (MAS) sin la figura de Morales al frente del ejecutivo y la suspicacia que esto genera en un régimen democrático. No obstante, creer que un golpe derivado de las fuerzas armadas es el camino para establecer un gobierno democrático es igual a negar la historia contemporánea de Latinoamérica y el inicio de las más sangrientas dictaduras de la región.