El plan de Elon Musk para llevar Internet a todo el mundo que podría acabar con los cielos estrellados

El lanzamiento de 12 mil nuevos satélites en menos de diez años podría cambiar por completo la forma en la que contemplamos el cielo nocturno... ¿Qué está en juego con el proyecto de Starlink?

Starlink es la iniciativa de Elon Musk para llevar Internet a los sitios más recónditos del mundo. Para lograrlo, el multimillonario fundador de SpaceX pretende enviar 12 mil satélites a orbitar la Tierra a baja altura, pero las consecuencias podrían resultar devastadoras para la observación astronómica y abarrotar el cielo nocturno de estrellas artificiales.

Actualmente, existen poco más de 2 mil satélites operativos orbitando nuestro planeta, la gran mayoría de telecomunicaciones y observación terrestre; no obstante, Starlink pretende quintuplicar esta cifra para la próxima década y poner en órbita al menos 12 mil satélites antes de 2025.

El ambicioso plan de Musk ha generado preocupación en la comunidad astronómica internacional, pues los expertos aseguran que la puesta en órbita de tal número de satélites repercutirá negativamente en la observación astronómica, llenando el firmamento del reflejo del material metálico y las celdas solares de cada instrumento.

El pasado 23 de mayo SpaceX lanzó la primera constelación de 60 satélites de Starlink. A pesar de que Elon Musk aseguró que los satélites no serán visibles durante la noche, sólo dos días después del primer lanzamiento de Starlink, el Observatorio Lowell en Arizona compartió una imagen arruinada por el tránsito de esta primera constelación satelital.

La astrofotografía requiere de tiempos de exposición prolongados para captar la mayor luz posible de un objeto a decenas de años luz de nuestro planeta. Los telescopios suelen apuntar y seguir su objetivo en el cielo durante horas, incluso días para obtener imágenes nítidas, algunas más allá del espectro electromagnético de luz visible.

El intento de fotografiar el grupo de galaxias NGC 5353/4 durante la madrugada del 25 de mayo resultó infructuoso, toda vez que el tránsito de 25 satélites de Starlink irrumpió en el campo visual del telescopio. El hecho convenció a la Unión Astronómica Internacional (UIA) de lanzar un comunicado sobre los riesgos de las constelaciones satelitales.

An image of the NGC 5353/4 galaxy group made with a telescope at Lowell Observatory in Arizona, USA on the night of Saturday 25 May 2019. 

“La Unión Astronómica Internacional (IAU) está preocupada por estas constelaciones de satélites. La organización, en general, adopta el principio de un cielo oscuro y libre de señales de radio no solo como algo esencial para avanzar en nuestra comprensión del Universo del cual formamos parte, sino también como un recurso para toda la humanidad y para la protección de la vida nocturna”.

“Los avances recientes en radioastronomía, como producir la primera imagen de un agujero negro o comprender más sobre la formación de sistemas planetarios, sólo fueron posibles a través de esfuerzos concertados para salvaguardar el cielo radioeléctrico de la interferencia”.

SpaceX Starlink objects train 24 May 2019 from Marco Langbroek on Vimeo.

Una semana más tarde, la Sociedad Astronómica Estadounidense (AAS por sus siglas en inglés) emitió un posicionamiento en el mismo sentido y advirtió su preocupación por “los satélites Starlink y enjambres similares que están siendo desarrollados por otras compañías podrían eventualmente superar a las estrellas visibles en nuestro cielo nocturno».

“El cielo nocturno natural es un recurso no solo para los astrónomos, sino para todos los que miran hacia arriba para comprender y disfrutar el esplendor del universo, y su degradación tiene muchos impactos negativos más allá de lo astronómico”, aseguró Jeffrey C. Hall, Presidente de la Comisión de la AAS.

La observación es el punto de partida de cualquier razonamiento científico. Interferir con ella significa un obstáculo para el desarrollo de la ciencia. Por más avanzados que sean los instrumentos para obtener información del espacio exterior, la observación astronómica terrestre aún depende en gran medida de buenos cielos, un término que grosso modo reúne un conjunto de condiciones óptimas incluso para los astrónomos profesionales, a saber: baja contaminación lumínica, una noche despejada y una atmósfera libre de turbulencias. 

No obstante, el problema con las constelaciones de satélites no se reduce únicamente a la interferencia óptica. En la radioastronomía resulta preponderante evitar al mínimo las señales que interfieren con los radiotelescopios que captan las ondas de radio (la mayoría débiles) emitidas por objetos astronómicos, gases o partículas a distancias inimaginables de la Tierra. Las señales de radio emitidas por los transmisores de Starlink son una amenaza para este campo de estudio, sin el cual algunos de los conocimientos más actualizados que tenemos sobre el Universo no hubieran sido posibles.

Lo que está en riesgo no es la observación gozosa de lluvia de estrellas, eclipses y planetas en oposición, sino la cualidad del cielo nocturno como repositorio inagotable de conocimiento del que apenas esbozamos una infinitésima parte. No se trata de una visión poética, sino del espacio de aparición de un conjunto de saberes ancestrales, algunos devenidos en complejos razonamientos científicos. 

La bóveda celeste es un espejo para conocer nuestro planeta y su alrededor. Desde el principio de los tiempos, ha fungido como primer calendario y registro del tiempo, mapa de navegación y oráculo de cuestionamientos que con el paso del tiempo han revolucionado el pensamiento filosófico y científico.

Si la humanidad es un instrumento, el cielo nocturno es el máximo reducto de autodescubrimiento que –en palabras de Sagan– tiene el cosmos para conocerse a sí mismo. De ahí que sea prioritario conservar su visibilidad a cualquier costo.

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Alejandro I. López
Economista crítico. Editor Digital.

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