Este domingo llega a su fin el fenómeno mediático global más trascendente de nuestra generación, cuyo impacto social se percibe al contar a las más de 12 millones de personas alrededor del mundo que acudimos puntualmente los últimos seis domingos por la noche a la cita con la batalla por el Trono de Hierro.
Game of Thrones se transmite en 170 países y ha sido «reconocida» como la serie más pirateada de la historia. El invierno llegó con la octava temporada y tan solo el penúltimo capítulo The Bells, fue visto por 12.48 millones de personas durante su exhibición inicial en Estados Unidos –rompiendo récord de mayor audiencia en la historia de la serie– y por 18,4 millones de usuarios en las plataformas digitales de HBO.
¿Qué motiva a más de 510,00 personas a firmar una petición en change.org dirigida a la productora HBO para que se vuelva a filmar la última temporada de la serie?
¿Cómo crear un show de culto? Esa fue la pregunta que Jane Espeson responde en el artículo “The Cult TV Book” donde afirma, para que una serie perdure en la memoria colectiva la respuesta es involucrar a la audiencia, solo así se experimenta un sentido de pertenencia que nos hace sentir una comunidad cercana, aunque se trate de millones de personas. Crear un mundo en la televisión actual es un desafío que trasciende los límites de la ficción, ahora significa intervenir en la realidad, para que el espectador pueda profundizar en él y encontrarse con otros habitantes de ese Universo.
Game of Thrones satisface la necesidad de compartir simultáneamente con otros (que gracias a la globalización expande sus límites a comunidades virtuales alrededor del mundo) con quienes entablamos relaciones con los personajes de la serie y dialogamos acerca de las crisis del mundo contemporáneo que se reflejan en la pantalla. Mantenernos conectados es la mayor apuesta de los nuevos contenidos.
Durante la mayor parte de su historia, la televisión ha sido un medio local, aunque programas como The Simpsons atraen a grandes audiencias a nivel mundial, su internacionalización requirió más tiempo, podían transcurrir varios meses o incluso años para que se emitiera fuera de Estados Unidos. Ahora, GoT ejemplifica la consolidación de las narrativas transmedia, como relatos que se desplegan en múltiples plataformas, medios y formatos para que el público sea capaz de consumirlo y expandirlo.
El filósofo Marshall McLuhan –reconocido como uno de los fundadores de los estudios sobre los medios– fue el primero en acuñar la noción de “aldea global”, afirmando que “la nueva interdependencia electrónica vuelve a crear el mundo a imagen de una aldea global.” Lo que significa que la inmediatez en los medios de comunicación y sus redes provocan que la interconexión humana se realice a escala global, donde los usuarios se convierten en productores y consumidores simúltaneamente.
Esta dimensión multimediática se caracteriza porque los seguidores pueden producir sus propias narrativas e «intervenir» en el consumo como un fenómeno colectivo. GOT lo consigue de formas inauditas, tan sólo el primer episodio de la octava temporada se convirtió en el más twitteado de la historia de la serie, con más de 5 millones de publicaciones.
Durante la última temporada, las reacciones inmediatas de los fans se compartieron viralmente a través de redes sociales, entrar a buscar los memes inmediatamente después de la transmisión del capítulo era parte del ritual de los «domingos de GoT», algunas veces para recuperar el aliento tras las dolorosas muertes y espectaculares batallas de esta temporada y compartir el duelo.
Se trata de demostrar lealtad con la rapidez de sus respuestas. Así, los espectadores siguen cada episodio mientras actualizan su estado en Facebook o discuten en Twitter, al tiempo que especulan sobre lo que ocurrirá en los próximos minutos, sobre su dolor, alivio, frustración o enojo frente a los caprichos del guionista. Una conversación que antes sólo era posible con las personas con quienes se comparte la sala de televisión, hoy a través de un hashtag conecta a una comunidad.
En 2012, la publicación Vulture clasificó a los seguidores de GOT como los más devotos de la cultura popular, por encima de las comunidades de simpatizantes de Lady Gaga, Justin Bieber, Harry Potter y Star Wars.
Mientras que un análisis de BBC News en 2013 afirma que«la pasión y extrema devoción de los fanáticos» hacia Game of Thrones originó un fenómeno sin precedentes en la industria televisiva, que ha derivado en situaciones agridulces como la adopción de los nombres de personajes de la serie: tan solo en 2012, Arya y Khaleesi fueron los nombres más utilizados por los padres en Estados Unidos.
El fandom ha estado en la mente de la productora, son ellos quienes han generado desde sitios web con enciclopedias del mundo de Westeros, hasta un cementerio virtual donde podemos dejar una flor al personaje que más echamos de menos, y en respuesta la página de HBO “Beautiful death”, sitio que elige la muerte más significativa del capítulo para convocar a los seguidores a crear obras de arte en su homenaje.
GOT no se puede analizar como una serie de fantasía, porque sería un criterio reducido en torno a un guión capaz de capturar la psicología humana y los conflictos de nuestra naturaleza.
Valar Morghulis, todo hombre debe morir es una sentencia que se repite constantemente y nos sitúa frente a la incertidumbre humana, pero aunque la muerte es una de las grandes protagonistas, los mayores conflictos giran en torno al poder. El poder en las relaciones, en la familia, el que involucra venganza y traición, el poder de vencer a la muerte y la lucha de poder que no ha permitido al ser humano hallar una paz estable, responsable de la tensión en los Siete Reinos tal como ocurrió durante la Guerra Fría, contexto en que George R.R. Martin publicó su Canción de Hielo y Fuego.
Después de 8 años, la única certeza que tenemos los fanáticos, es que siempre habrá una nueva guerra. Con esta poderosa carga crítica en la trama, no sorprende que GOT pueda darnos valiosas lecciones sobre la fórmula ideal para narrar historias en está época tecnológico y líquida: una trama compleja, abundantes personajes que permitan un tejido de relaciones sociales, la participación del público como comunidad y no espectadores, la construcción de un mundo alterno (sin dejar de lado las referencias históricas y coyunturas sociopolíticas) y la narración transmedia.
La tercera era de oro de la televisión marcó un cambio en la distribución y consumo de los contenidos gracias al streaming. ¿Volveremos a ver un fenómeno global tan poderoso como GOT?
La mayor diferencia frente a fenómenos como Stranger Things y Black Mirror es su canal de distribución, ya que las temporadas de estas últimas se suben enteras a la plataforma de streaming. La reacción de los fanáticos no puede leerse y compartirse simultáneamente, cada quien es libre de ver los episodios a su propio ritmo, en la menor cantidad posible de días si queremos evitar los spoilers.
Así que, sea cual sea el desenlace en la noche del domingo, Game of Thrones hace varios inviernos que se sentó en el Trono de Hierro de las producciones con formato televisivo, solo queda mencionar que «el Norte recuerda», que quizá no nos quede más que amar la trama más que al desenlace y que –citando el acertijo de Varys– no podemos olvidar que el poder reside donde los hombres creen que lo hace, ni más ni menos.