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arquitectura hostil

Arquitectura hostil: técnicas para expulsar del espacio público

La arquitectura hostil coarta el uso común de un espacio público donde las personas se encuentran y a partir del diseño lo hace inhabitable, inaccesible e intocable.

La arquitectura hostil nació en ciudades cosmopolitas donde la desigualdad ha contribuido a generar una geografía particular, con barrios de estratos altos coexistiendo con personas en situación de calle; plazas públicas que rodean arterias principales y un mobiliario urbano que obliga a abandonar el espacio tan pronto como sea posible.

De ahí que la arquitectura hostil se caracterice por la capacidad de exclusión o impedimento a cualquier tipo de ocupación o apropiación del espacio público.

Pero para poder llegar a analizar el concepto a profundidad es esencial comprender qué significa el espacio público, y para ello, habrá que pasar brevemente por conceptos filosóficos y sociológicos, pero de una manera más digerida para dimensionar su impacto en nuestras vidas cotidianas.

Un concepto que funge como sinónimo (y lo hará en este artículo) para referirse al espacio público es el de lugar.

Arquitectura hostil: construyendo el lugar filosóficamente

arquitectura hostil
Frankie Fouganthin / Wikimedia

Los dos elementos que constituyen los lugares son los conceptos de espacio y tiempo. Ambos guían nuestra percepción del mundo en general y por lo tanto de los lugares. Son elementos a priori, pues queramos o no, siempre están ahí. Además, a partir de nuestros sentidos adquieren mucha mayor potencia y guían nuestro proceder en el mundo. El espacio como lo material y el tiempo como aquello perceptible que transcurre ante nuestros ojos.

El espacio y el tiempo adquieren sentido cuando los percibimos. Con la vista, el oído, el gusto y el tacto podemos construir un significado de dónde estamos parados. Los sentimientos o afectos, de igual manera, se ven involucrados en este ir y venir de sentidos y significados complementando nuestra experiencia del lugar. Eso, en conclusión, es lo que constituye los lugares a un nivel filosófico.

Construyendo el lugar sociológicamente

arquitectura hostil
Wkmdjay / Wikimedia

La parte sociológica sobre la construcción del espacio público se sigue sosteniendo de la explicación filosófica, pero falta añadir todo aquello que en su conjunto se estructura a partir de lo social; que comprende los factores históricos, económicos, culturales y que cuando se toma conciencia, estos aspectos se hace políticos.

En lo social, los lugares tienen un significado que se construye en conjunto con otros individuos, ése que se le da en conjunto con los otros se le llama proceso de intersubjetividad y se va transmitiendo de generación en generación. En el aspecto histórico, el lugar cambia su significado según el paso del tiempo y gracias a los individuos que interactúan en él, haciendo uso del mismo de distintas maneras.

Con el ámbito económico el lugar adquiere una amplitud y visibilidad, así como una planeación estratégica respecto a su ubicación geográfica; muy relacionado con la economía política. Ejemplo de ello son las grandes capitales del mundo, que se establecieron históricamente no al azar del destino, sino bajo una mirada económica. Esa acción consciente se torna a la vez en un lugar político.

Finalmente, el factor cultural permea el lugar de acuerdo a los valores y costumbres que imperan en cierto momento. En el riel de la cultura pasan los vagones de la economía, la historia, lo social y político. El lugar se vuelve parte de una identidad común entre los habitantes e influye en la manera de cómo ocupan el mismo.

Ejemplos de arquitectura hostil

Con la llegada de la arquitectura hostil, los procesos de significación y ocupación del espacio se ven limitados, pues su finalidad responde a fines económicos y políticos de índole privado así como también público; es decir, empresas y gobierno trabajan con el modelo de arquitectura hostil para solventar problemas estructurales como el de la pobreza.

Picos de cemento en bajopuentes, fragmentos metálicos en barandales para impedir el uso de patinetas, bancas incómodas para que las personas no permanezcan en ellas, espacios sin techo o expuestos al ardiente Sol para la no-estancia son solamente algunas de las formas en la que la arquitectura hostil se presenta en cualquier ciudad.

Pero más allá del factor de la pobreza, la arquitectura hostil coarta el uso común de un espacio público, donde las personas se encuentran y lo habitan de muchas formas, desde expresiones artísticas, uso deportivo, encuentros de amor y amistad. Las calles están hechas para su uso y estancia, no para fungir como un ente excluyente.

En estricto sentido, se trata de una intervención del poder en la relación individuo-espacio, para dirigir aquellas experiencias que se constituyen entre la multitud que se reúne en el espacio a simplemente ser un proceso individualizado y en lugares específicamente determinados por esos poderes: el económico y el político.

La arquitectura hostil es una medida violenta en contra de las personas que todos los días se mueven por las calles de la ciudad, es una señal en contra de lo que un espacio seguro e incluyente significan; una señal de poder que delimita el lugar para hacerlo inhabitable, inaccesible e intocable. Cuando el espacio público (o los lugares) por su enunciación y construcción, está ahí para ser habitado y re-construido una y otra vez por los individuos que alberga en sus calles.

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