John Baldessari fue uno de los artistas de mediados de siglo XX que ayudó a cambiar la manera en que vemos –y vivimos– el arte. Guste o no, Baldessari fue un hombre que volcó las viejas prácticas del sistema de las artes. Tanto así, que incluso convirtió su producción en un análisis que, poco a poco, se hizo una revolución en contra de aquello que los historiadores, críticos y coleccionistas tanto amaban del arte: el orden.
Fue entonces que la excelencia formal y la belleza de las proporciones en la pintura –u otros soportes– fueron tomadas por Baldessari, no sólo para experimentar en sentidos contrarios e inesperados. Sino para discurrir en torno al arte con otros recursos. Desde otras ópticas. El trabajo primigenio de Baldessari durante los 60 y 70 puede considerarse, así, un arte acerca del arte. Un ejercicio que añadió una buena dosis de cierto poderoso morfema (meta) a las prácticas que vendrían con los años en el mismo escenario.
El vuelco reflexivo sobre las actividades propias del arte en la producción de este artista, desde entonces y hasta ahora, re-dibujó los límites del arte contemporáneo.
¿Cómo lo hizo?
Incrustando la fotografía en las nociones tradicionales del arte elevado. Usando textos que resaltaran cuán tenue puede ser la división entre una imagen y las ideas que la acompañan o germinan –esto fue un acto decisivo y sin retorno para nuestras prácticas actuales–. Liberando a los objetos de sus contextos originales y monótonos. Jugando con las intenciones develadas de la publicidad. Usando las letras como herramientas gráficas. Yuxtaponiendo narrativas o generando vacíos en imágenes que tradicionalmente relatan una sola historia. Rompiendo las reglas y desdoblando las posibilidades que tiene la didáctica para la formación continua del artista.
La vida de John Baldessari (en breve)
Nacido en California, en el seno de una familia católica y luterana a la vez, Baldessari siempre se sintió atraído por los preceptos humanistas que estuvieran en el justo medio de su realidad en casa. Interesado en ayudar a la expansión del ser humano, así como en su propia formación artística, decidió convertirse en profesor. Una experiencia que le llevó a descubrir los alcances epistémicos y casi morales del arte, junto a la urgente necesidad reformulativa de éste. Lo que generó a partir de entonces y la guía que dio a sus estudiantes se impregnó de estas intenciones.
Sus primeras obras surcaron las olas del expresionismo abstracto, pero una evolución obsesiva y una mirada rapaz le hicieron abrir una veta que rápidamente se anunció como suya –y de algunos otros–: la del arte conceptual.
Una práctica que privilegia la teoría y las ideas del arte sobre la mano del artista y sus decisiones estéticas o formales. Una corriente que, en el quehacer de John Baldessari, fijó un interés máximo por el lenguaje y la firme convicción de que la palabra y la imagen tienen un mismo peso. Imagen y texto son símbolos intercambiables: piezas móviles que pueden inaugurar, incendiar o sepultar diversos mensajes. Justo como lo expone en su escrito Embed Stories (1974), donde estudia la codificación de los anuncios de consumo en la publicidad, a partir de la incrustación de palabras e imágenes ocasionales.
O como en esas imágenes donde usa círculos para tapar los rostros de los personajes que luchan por acaparar protagonismos. Donde acentúa el anonimato de las personas. Cuando borra la historia que puedan contar sus facciones y obliga al espectador a poner atención en el todo de la escena, con tal de hallar los lenguajes ocultos.
¿Ironía sin aburrimiento?
En 1971, The Nova Scotia College of Art and Design lo invitó a hacer una exhibición. Desafortunadamente, no había presupuesto para cubrir sus viáticos o el traslado de la obra; sin embargo, eso no fue problema. Baldessari propuso, a cambio, que su producción sería a partir de los estudiantes. Aquellos que así lo desearan podían entrar a la galería para escribir I Will Not Make Any More Boring Art (No haré más arte aburrido) sobre las paredes. Fueron tantos los que atendieron la convocatoria, que los muros quedaron repletos con la leyenda, la escuela publicó una litografía de la frase que el MoMA más tarde compraría y la frase se tatuó en el aire como mantra de John Baldessari.
Esto podría calificarse como divertido. Pero el artista ha dicho que su trabajo jamás busca ese estatuto deliberadamente. Podría ser irónico. Pues en su intento por no tomar tan en serio al arte y sus instituciones, termina siendo considerado exactamente de esa manera.
Un mundo sin John Baldessari
Baldessari falleció el 5 de enero de 2020. Quizás no sea el artista conceptual con mayor renombre. Tal vez no sea un nombre que resuene en las charlas de la cultura popular. No obstante, es un creador que produjo un cambio cultural sin retorno y que lo transformó todo. Que movió las luces del paradigma para demostrar que un texto trabaja siempre en conjunto con una imagen o como si fuera ésta misma.
Y la magnitud que esta propuesta tuvo –y tiene– sobre la forma en que comprendemos al mundo, así como en las maneras que hoy tienen las letras y las ideas para hacerse imagen o viceversa, es inconmensurable. Es la contemporaneidad en sí misma. Es la revolución de la cual seguimos amamantándonos en la publicidad, el diseño, los medios, el entretenimiento y las artes.