Su nombre está en monumentos, bibliotecas y escuelas; se le atribuye la famosa frase «Por mi raza hablará el espíritu» en su libro La raza cósmica. Hablamos de José Vasconcelos. Una figura histórica que, como todas, tiene una función política, social y moral en la base de la memoria del país.
Producto del contexto de su época, José Vasconcelos se vio involucrado en el caos armado de la Revolución mexicana, tras el Plan de San Luis redactado por Francisco I. Madero. Durante este bélico evento, José Vasconcelos siempre se mantuvo surfeando en las olas del movimiento más liberal, entre Carranza y Obregón.
Como heraldo de Carranza, para evitar el reconocimiento internacional en un principio y posteriormente sumándose a las filas de Obregón en el rumbo final de la Revolución —y no perder presencia en la política mexicana—, llegó así en el tren obregonista de la función pública a ocupar el cargo de Secretario de Educación Pública y de Rector de la Universidad Nacional de México (ahora UNAM).
Dentro de sus más grandes momentos se halla su candidatura a la presidencia en 1929, la cual perdió. Un caso agudo de la política mexicana de la post-revolución: el maximato, de la mano del fraude y la violencia, ayudaría a virar en favor de Pascual Ortiz Rubio la elección de ese año.
«Un brillante mexicano» —como lo reconocían sus colegas intelectuales y resto de la función pública del país— es el epíteto que constituye a una de las figuras obligadas a investigar para comprender el México en construcción del siglo XX. Una muestra más de cómo la biografía se inserta en el espacio social.
Y es justo la composición ética, moral y social la que moldea al sujeto, de acuerdo a las estructuras culturales y políticas del momento. Eso mismo le pasó a José Vasconcelos.
No hablamos de su camino minado y reconstruido mil veces por el belicismo del siglo XX mexicano; más bien de su simpatía hacia el proyecto del nacionalsocialismo alemán.
Simpatía del error
José Vasconcelos siempre se caracterizó por tener una fuerte praxis política anti-imperialista, por lo que la idea de Estados Unidos como una nación que aumentaba su progreso le repudiaba, junto con la naciente Unión Soviética y su socialismo. Después de su derrota por la presidencia de la República optó por relegarse a las cuadrillas derechistas de la política. Fue ése el camino intelectual que Vasconcelos tomaría para solidificar su postura personal ante el fenómeno nacionalsocialista germano.
Dada la polémica efervescencia económica y política de país europeo, no tardó en llegar esta fama a oídos de algunos países latinoamericanos; entre ellos, México. Lo que Vasconcelos admiraba era el programa económico, político y cultural del nacionalismo alemán, que ponía a su gente por encima de intereses extranjeros, aunado a la legitimidad derivada de la movilización masiva de su pueblo.
La raza cósmica de José Vasconcelos
Para 1925 publicaría en Madrid La raza cósmica, cuya propuesta plantea la superación de las fronteras raciales, pasando a un estadio último de identidad conocido como «la raza cósmica». Este argumento abraza principalmente a la región latinoamericana, ya que Vasconcelos concebía a esta zona como contenedora de las cinco principales razas del mundo entremezcladas y cuya finalidad tendría que superar las barreras de la piel.
Sin embargo, por más poético que pueda llegar a sonar, si miramos más de cerca, ésta postura es muy similar a la supremacía aria que se propagaba en la Alemania nazi, hablando de una raza única que recolectaría lo mejor en un sentido más puro y cerrado.
La raza cósmica finalmente habla de un sector que si bien tiene tintes de liberación anti-imperialistas, tiende a ser una delimitación más que una reivindicación, lo que consta de una diferencia abismal. Mientras que la delimitación articula y marca límites bruscos, la reivindicación reconoce diferencias insertándolas en común con lo exterior —sin jerarquías—.
La simpatía por el nacionalsocialismo y el desarrollo de la raza cósmica, sin querer, plasmaba ya esta idea supremacista en José Vasconcelos, como en los siguientes fragmentos:
«Uniones fundadas en la capacidad y la belleza de los tipos tendrían que producir un gran número de individuos dotados con las cualidades dominantes».
«El indio no tiene otra puerta hacia el porvenir que la puerta de la cultura moderna, ni otro camino que el camino ya desbrozado de la civilización latina».
«[…]En lo sucesivo, a medida que las condiciones sociales mejoren, el cruce de sangre será cada vez más espontáneo, a tal punto que no estará ya sujeto a la necesidad, sino al gusto; en último caso, a la curiosidad».
Timón
Fue en 1940 cuando esto se haría ya de manera evidente en la revista impresa Timón, que bajo la creación y dirección de José Vasconcelos en varios de sus números hablaba directamente de Adolf Hitler y el nazismo, como si de una suerte de justificación se tratara.
Aquí algunas de sus citas en la revista:
«Hitler, aunque dispone de un poder absoluto, se halla a mil leguas del cesarismo. La fuerza no le viene a Hitler del cuartel, sino del libro que le inspiró su cacumen. El poder no se lo debe Hitler a las tropas, ni a los batallones, sino a sus propios discursos que le ganaron el poder en democrática competencia con todos los demás jefes y aspirantes a jefes que desarrolló la Alemania de la Post-Guerra. Hitler representa, en suma, una idea, la idea alemana, tantas veces humillada antaño por el militarismo de los franceses y por la perfidia de los ingleses».
«Lo que sí va apareciendo evidente, aún para los empecinados, es el triunfo de Alemania sobre sus rivales y el cambio histórico que en consecuencia va a operarse en el mundo… ¡Pero ganaremos con la victoria alemana! Y no porque creamos que Alemania va a constituirse en campeón de Latinoamérica. Es ley de la Historia que cada pueblo conquiste su propia libertad… Y ahora nosotros en la América española pensamos en que una nación inspirada logra siempre aprovechar los grandes cambios históricos en beneficio de su futuro[…]».
Las explicaciones póstumas a estas declaraciones se sustentan en la lentitud con la que llegaban las noticias a México sobre la guerra en Europa. Poco después de 1942 llegarían las evidencias de los campos de concentración judíos y el exterminio de miles de familias, lo que Vasconcelos repudió inmediatamente, pero hasta 1945.
La revista cerraría antes, en 1940, cuando París fue tomada por los nazis, mientras que el nombre de Vasconcelos pasó a la historia nacional como una figura clave en la educación en México.