El recorte presupuestal al Instituto Mexicano de la Radio (IMER) pondrá fin a más de 2 mil 900 horas de contenido y conlleva el despido de 242 trabajadores. No, no se trata de una política orquestada por un gobierno de derecha, sino por la alternativa que prometió construir una solución de fondo a los problemas de México.
El despido masivo de la radiodifusora pública dependiente de la SEP se suma al cierre momentáneo que sufrió la Biblioteca Vasconcelos y los recortes en el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), acciones gubernamentales que dejan en vilo el futuro de la cultura y los espacios de reflexión crítica en México.
La aplastante victoria de López Obrador en las elecciones de 2018 -secundada por más de 30 millones de votos- dejó de manifiesto la exigencia social de alternativas al neoliberalismo, un término que alude al patrón de acumulación y modelo económico que rige al mundo desde mediados de los años setenta.
No obstante, la fórmula que la 4T está poniendo en marcha respecto a la cultura y los medios públicos se adhiere a las recetas propias del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Consenso de Washington y otras instituciones que promueven el adelgazamiento del Estado (considerado un armatoste que entorpece y deprime el funcionamiento del mercado) a través de una férrea disciplina fiscal. En suma, se trata de una medida eminentemente neoliberal.
Dejar en manos de privados sectores prioritarios antes propiedad del Estado para minimizar el gasto también es un objetivo recomendado por teóricos neoliberales de primera línea como Milton Friedman y Friedrich von Hayek, que forjaron las bases del sistema económico que AMLO definió como “un desastre para la vida pública del país”.
A lo largo de su campaña, AMLO hizo hincapié en que su llegada al poder representaría el fin del neoliberalismo. La búsqueda del término registró un aumento sin precedentes en Google México, después de ser mencionado 16 veces por el presidente entrante durante su discurso de toma de protesta; sin embargo, la reducción presupuestal de 3.9 % para la Secretaría de Cultura federal y de 10.5 % para el IMER en 2019 respecto al año anterior dan cuenta de la nula importancia que estas áreas revisten para el gobierno federal.
La mayoría de las quejas que ahondan en redes sociales no se configuran desde un derrotero de ‘oposición’ oportunista y resentido por una victoria histórica, sino desde el sector más crítico de la sociedad: periodistas, activistas, defensores de Derechos Humanos, voces que llevaron al jefe del ejecutivo a la presidencia.
El embate a estas áreas en la actual administración es tan inesperado como contradictorio para un gobierno que se asume como progresista. El abandono a la cultura y el cierre de emisoras públicas atentan contra el derecho a la información, mientras el discurso que alude a la austeridad alcanza esferas impensadas, instrumentado bajo la lógica utilitaria de un gobierno trasnochado para el que todo lo que escapa a la actividad industrial (como la cultura y los medios) no forma parte de la ansiada transformación.
Con el recorte masivo al IMER, la desaparición de la radio pública en México resulta inminente. El contenido cultural, educativo y deportivo desaparecerá y los escuchas quedarán a expensas de los caprichos del mercado. En materia de cultura y medios públicos, López Obrador resultó un presidente abiertamente neoliberal.