Juliantina no es una revolución ni representa a toda la comunidad LGBT+

Juliantina es una dupla que introdujo la idea de una pareja lésbica en la televisión pública mexicana, pero está lejos aún de ser una pareja revolucionaria.

Algo que siempre me ha sorprendido y llamado la atención es el fandom: aquellas personas que con devoción y disciplina se entregan a un programa, un equipo, un personaje o un ship (término usado para nombrar una relación ficticia o real) para apropiárselo y generar conocimientos más profundos a su alrededor. Así, no me sorprende encontrar en Twitter una infinidad de posts relacionados con el ship de mujeres más famoso del momento en la comunidad LGBT+: Juliantina. Si no has escuchado o leído sobre esta pareja protagonizada por las actrices Macarena Achaga (Valentina Carvajal) y Bárbara López (Juliana Valdés), es porque los algoritmos de tu timeline son ajenos a los del fandom, las telenovelas y lo relacionado con el grupo de la diversidad sexual.

Expliquemos un poco…

Juliantina –dupla de jóvenes mujeres que sostienen una relación sexoafectiva como personajes secundarios dentro de un show de televisión pública– no se puede describir como una pareja lésbica porque, en  realidad, el término nunca fue explícitamente empleado en la historia que les vio nacer; por el contrario, la premisa de ésta –la telenovela de la que formaron parte– es que el amor puede encontrarse en cualquier lugar y no tiene por qué apresurarse a etiquetar lo sentido. Aunque, por practicidad y para aquellos que encuentran poder en nombrar las cosas, se puede decir que Juliantina, sí, es una pareja de lesbianas.

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Juliantina (Juliana + Valentina) representa un discurso de “apertura” y “revolución” dentro de una historia producida por Televisa, empresa que por décadas ha sido la cuna de la telenovela por excelencia y ha estado ligada al conservadurismo político y moral de México, y es por ello que dicha relación lésbica adquiere tanta importancia. No obstante, la premisa desde la cual se desenvuelve la pareja no es nueva: es la adaptación de la adaptación de la adaptación de una telenovela Colombiana de 1992 llamada En Cuerpo Ajeno y que ahora se rediseñó bajo el título de Amar a Muerte.

Medios en México como TVyNovelas, Hoy, Monste y Joe, hasta portales de contenido exclusivo LGBT+ como Autostraddle, Pink News y Afterellen –en el extranjero– se han encargado de exponer las virtudes de Juliana y Valentina como pareja. Las fans han hecho la labor de promocionar al ship en todos los rincones del mundo. Hasta ahora, el fandom ha logrado que youtubers como Rose and Rosie (Inglaterra), Unsolicited Project (Canadá), Cammie Scott (Estados Unidos), entre otros, reaccionen al fenómeno Juliantina; han colocado billboards enormes en medio de New York agradeciendo a las actrices por su trabajo y han demandado un spin off a Televisa a través de change.org. Juliantina parece no sólo haber conquistado los corazones de México; ha encontrado su camino alrededor del mundo y ha creado una red de interacciones virtuales y reales en al menos 50 países, incluyendo algunos con explícitas leyes antiLGBT+ como Rusia, Malasia y los Emiratos Árabes  Unidos. Lo cual nos exige pensar un poco más a fondo lo que esta pareja ficticia representa en realidad.

Detrás de la pareja…

Efectivamente, los aspectos positivos del ship no se pueden negar. Las actrices hicieron un gran trabajo al capturar la timidez, emoción, ansiedad e intensidad del primer amor en cada una de sus escenas (en las cuales hubo improvisación de por medio). Asimismo, los escritores tuvieron breves momentos de brillantez narrativa al abordar las reacciones que los personajes tenían al saber que Juliana y Valentina eran pareja. Se vio  representado el apoyo ante un coming out y también se observó cómo puede darse la respuesta negativa de un entorno cercano ante una relación homosexual entre mujeres; aquella que implica “curar” todo aquello que no es heterosexual.

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Al respecto, en el blog Universo Juliantina dos fans colombianas hablan en representación de todo el fandom y exponen los principales motivos para justificar el spin off de la pareja que tanto se aclama. Se plantea que:

a) La historia abarca la temática de la comunidad LGBT+,

b) No está llena de clichés nocivos e hipersexualizados.

c) Recrea eventos y situaciones de la vida real,

d) Por consecuencia, hay un alto grado de representatividad.

e) La historia puede impulsar cambios progresivos en el imaginario de sociedades machistas y heteronormativas.

Nuevamente, es posible coincidir con algunas de las perspectivas planteadas y, sin duda alguna, me sumo a la creencia de que las historias de televisión (u otras plataformas digitales) tienen el poder de plantar las semillas de cambio en los imaginarios colectivos. Sin embargo, no se pueden ignorar las carencias que el desarrollo de la historia conlleva; principalmente cuando se plantea que ésta es una historia revolucionaria. Defectos que el fandom pasa por alto con tal de seguir promoviendo el trabajo de Achaga y López, y obtener el tan ansiado spin off.

Problemas

En respuesta a lo expuesto por las fans en el citado blog: la historia no abarca la temática de la comunidad LGBT+ por completo. Con muchos esfuerzos y a cuentagotas aborda matices de una relación lésbica y, como se dijo con anterioridad, técnicamente no se puede emplear el término, porque se propuso la idea de que no era necesario etiquetar al amor.

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Es decir, para abarcar la temática de la comunidad entera, la historia tendría que haber incluido personajes (por lo menos incidentales) que se asumieran y presentaran como hombres gay, hombres y mujeres trans, personas no binarias y todos los demás cuerpos y mentes de la comunidad; hecho que ninguna historia ha logrado hacer todavía en México. Ya por sí sola, la representación trans nunca ha podido contarse en los medios masivos. Por consecuencia,  la perspectiva de “alto grado de representatividad” que se dice que conlleva Juliantina, es completamente cuestionable.

Argumentar que la historia recrea situaciones de la vida real también es debatible; esto está vinculado a la forma en que se escribió la telenovela. Las fans mencionan que Leonardo Padrón consiguió una «narración bien contada que privilegió los detalles y evolución minuciosa de una historia de amor entre chicas». Y sí, retomo mis propias palabras y reitero que hubo pinceladas de genialidad en la narración de los coming out de los personajes, pues estos reflejaron escenarios plausibles de las reacciones que la comunidad ha enfrentado con amigos, familiares o compañeros de escuela  y trabajo; no obstante, la historia tiene muchos puntos débiles y clichés.

Primero, emplea el recurso narrativo favorito de Televisa: persona rica se enamora de persona pobre y eso representa un obstáculo para que la gente alrededor de la pareja lo acepte, «porque son de distintas sociedades» –como bien afirmó nuestra amada Selena– y, aunque el dinero no importa en Juliana y Valentina, ni en su corazón,  sí tuvieron que soportar el discurso de «te busca por tu dinero» (que le dio la hermana de Valentina a ésta).

Por otra parte, estuvo el cliché de que alguno de los dos personajes durmiera con alguien del sexo opuesto para reafirmar su sexualidad. Juliana lo hace con el que considera uno de sus mejores amigos (Sergio), y que a su vez es cercano de Valentina y su ex, Lucho, después de haber jurado un pacto donde «no importa lo que pase, ni quién se meta entre nosotras, tú y yo estamos juntas, nadie nos va a separar».

Con esto no estoy afirmando que no sea válido experimentar con hombres y mujeres; la sexualidad jamás es una e inmutable. Mi crítica es que, al hacerlo de la forma en como lo abordaron los escritores de la telenovela, se refuerza el estereotipo de que la comunidad LGBT+ es indecisa e infiel en la búsqueda de su identidad.

Se defiende también que la relación representada en Amar a Muerte no está hipersexualizada, a lo que asumo es una referencia a emplear escenas de besos o caricias entre mujeres para atraer la mirada masculina. Si bien es positivo que se evite emplear el tema lésbico como aliciente a lo lascivo heterosexual, es contraproducente no profundizar en el tema del sexo gay. Con esto me refiero a la escena en la que ambos personajes tienen relaciones sexuales por primera vez; la cual dura escasamente 2 minutos en su versión sin censura, tiene un intercambio de diálogo, algunos besos velados y posteriormente muestra cómo ambas mujeres se meten a la regadera, cortando abruptamente a la mañana siguiente.

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En ambas versiones –censurada y no-censurada– se está lejos de la revolución; existe una desigualdad en la forma en que se desarrollan las escenas de sexo en comparación con las de parejas heterosexuales en televisión. Y aunque el intercambio de diálogo previo a la escena del beso es lindo y romántico, la escena deja qué desear. Ésta se limita a mostrar un beso con ambas actrices completamente vestidas, mientras que en la escena de sexo del episodio final entre Angelique Boyer y Michel Brown se ven de forma más explícita los cuerpos entrelazados y los torsos desnudos de ambos actores. La secuencia con Juliantina pudo ser muy informativa y esclarecedora, sin caer en la objetivación de dos lesbianas.

En un mundo ideal hubiera sido interesante un diálogo en referencia a la prevención de ETS de las parejas lésbicas cuando se inicia una vida sexualmente activa; sobre todo, porque difícilmente se discute sobre el tema y porque se cree que el sexo lésbico está libre de cualquier contagio. Pero eso ya es mucho pedir.

En un momento clave de la relación entre Juliana y Valentina como lo es “la primera vez”, se demuestra que Televisa no está haciendo algo progresista y que, por el contrario, se autocensura a conveniencia; que su intención es la de generar polémica que devenga en rating. Da un simulacro de lo que las fans quieren ver, pero evita que su público menos liberal se aleje de la telenovela.

Conclusiones

Aun así, las fans demandan a la misma empresa un spin off que impulse los cambios del imaginario social y, a la par, depositan su fe en escritores que quizá sepan plantear la introducción de una historia, pero que carecen de la facultad para desarrollarla y concluirla en buenos términos para la comunidad. Si las bases de la historia tienen aspectos que mejorar, ¿qué se puede esperar de una narrativa que se concentre exclusivamente en Juliana y Valentina?

¿Se abordarán temas como el matrimonio igualitario, la seguridad social igualitaria y la adopción gay? ¿Juliantina tendrá que vivir bajo el modelo de familia con hijos para consolidar su relación como pareja y ser felices? ¿Juliantina será progresista en cuanto a la práctica de su sexualidad, pero conservador en temas como el aborto o la monogamia? ¿Cuál será la postura y qué beneficio traerá esta representación a la comunidad, más allá de su inclusión en la cosmogonía telenovelesca?

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Son temas que se presentan como algo que Televisa no ha sabido manejar y que se contrapone al discurso que han ostentado en programas como La Rosa de Guadalupe. El concepto de revolución implica que debe existir un giro radical de 360° a lo que había sido establecido con anterioridad; Juliantina está lejos de ser entonces un duo revolucionario y con esfuerzos ha iniciado disturbios en contra del conservadurismo narrativo de la telenovela mexicana. El cambio de ideas se verá reflejado si se evitan los clichés y se expone al público a lo que en verdad sucede detrás de las alcobas, casas, trabajos y familia de la comunidad LGBT+ (principalmente, porque se tiene la noción de que hacemos cosas distintas a ellos).

Este fandom tiene poder, pero como bien dijo el tío Ben a un joven Peter Parker (Spiderman): «un gran poder conlleva una gran responsabilidad», y ahora las fans tienen la obligación de exigir a Televisa audacia para generar los cambios necesarios y que Juliantina realmente represente a las mujeres que aman mujeres. Falta que las fans expresen con mayor fuerza las carencias de la historia; de lo contrario, tendrán que conformarse con una visibilidad a medias, donde su amor por los personajes termine explotado por un medio cuyo principal objetivo no es el de contar historias, sino el de conservar el poder mediático y económico a través de los ratings.

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