Cada 31 de Octubre se celebra Halloween. Una festividad en donde las personas se disfrazan, adornan sus casas con calabazas de Halloween, piden dulces, hacen fiestas, cuentan historias de terror y demás. Sin embargo, esta fecha tiene una genealogía de hace más de 4 siglos, sobre todo en la región de países anglosajones; pero existe un elemento muy popular, imagen representativa de esta festividad, que resguarda una historia interesante y son, precisamente: las calabazas de Halloween —o también conocidas como Jack O´Lantern—.
Las calabazas de Halloween son lo primero que viene a la mente cuando se habla de esta festividad y no es en vano. Pues data de una leyenda muy antigua que involucra a un viejo y al mismísimo diablo. Misma que fue traída por los colonizadores ingleses e irlandeses cuando desembarcaron en la región norte de los Estados Unidos que se convertirían en las 13 colonias.
La historia de las calabazas de Halloween
Aquello que dio origen a las famosas calabazas de Halloween fue la figura de Jack O´Lantern. Un relato muy popular en las islas británicas la cual contaba la historia de un hombre llamado Jack, un granjero de edad avanzada el cual era famosos por estafar a la gente y ser bastante tacaño. En otras palabras alguien que utilizaba su astucia para molestar.
Un trato
En una ocasión Jack se encontraba en una taberna bebiendo, cuando de pronto el diablo entró y éste le invitó a beber con él. Al terminar la ronda de tragos, Jack, al ser usualmente tacaño, no tenía para pagar la cuenta. A lo que le propuso al diablo convertirse en un par de monedas y así solventar el gasto de alcohol que consumieron.
Así hizo el diablo, pudiendo Jack pagar la cuenta; pero al devolverle el cambio (que aún seguía siendo el diablo convertido en monedas), Jack lo guardo muy astutamente en una de sus bolsas, la cual contenía una cruz de hierro, quedando el diablo sin la posibilidad de poder salir y regresar a su forma original.
Cuando Jack por fin decidió liberar al diablo, éste le dice que por haberle dado la oportunidad de devolverlo a su forma original, no debía molestarlo por un año como acuerdo. El diablo aceptó y se marchó. Al año siguiente, Jack nuevamente se encontró con su ya viejo conocido diablo.
Un nuevo encuentro
En esta ocasión, Jack quería una fruta que colgaba de un árbol y no podía alcanzar, a lo que le pidió al diablo subir la árbol y tomarla por él para entregársela luego. El diablo se dispuso a subir el dicho tronco, tomó la fruta y cuando menos se dio cuenta, Jack había marcado con una cruz el tronco para que el diablo no pudiera bajar de él.
Muy astutamente como Jack solía serlo, le dijo que le permitiría bajar únicamente con la condición de no molestarlo, ya no por uno, sino por diez años; además de no reclamar su alma cuando muriera. El diablo no tuvo de otra más que aceptar el trato que Jack le ofreció. Y así pasaron diez años hasta que Jack por fin murió de viejo.
La cuestión después de su muerte oscila entre el rechazo que Dios dio a su alma por no permitir que un personaje de la calaña de Jack entrase al cielo. Por otro lado, la negación del diablo a recibir su alma en el infierno como despecho a todo lo que le hizo Jack, además de cumplir con su palabra de no ir por su alma.
No obstante, el diablo —como castigo a Jack— lo dejó vagando en la oscuridad del mundo por siempre. Esto únicamente con un carbón incandescente dentro de un nabo tallado. Desde aquel entonces Jack recorre las tierras anglosajonas por las noches y se le conoce como Jack O´Lantern.
Es de esa manera que nacieron las calabazas de Halloween, talladas por los pobladores y niños con un carbón dentro y, posteriormente, con una vela. Prender dichas calabazas de Halloween fungía como una protección, principalmente para evitar que Jack O´Lantern u otros espíritus se llevaran las almas de los seres humanos. Originalmente eran nabos o betabeles, pero dadas las especies que se daban en tierras americanas fueron sustituidas por calabazas.