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El Iti, un legendario filósofo y artista punk de Ciudad Neza

La historia del Iti es la misma que la del movimiento punk en la periferia de la Ciudad de México: una donde la resistencia se abrió paso para la buscar la dignidad a toda costa

Sin importar el país o la ciudad, cada zona tiene un personaje célebre, una leyenda o al  menos una figura que, al quedarse en el imaginario colectivo, se convierte en una especie de objeto de culto. Para Nezahualcóyotl, esta figura llegó en forma de un joven baterista, poeta y compositor llamado Francisco Valle Carreño, quien pasó a la historia con el sobrenombre de “el Iti”. 

Su apodo es una tropicalización de E.T., la película que Steven Spielberg hizo famosa en 1982, año en el que el punk tomaba fuerza como la ideología predominante en las periferias, incluyendo Neza cuyo contexto no era diferente al de toda la franja que rodea a la Ciudad de México. La corrupción, el desempleo, la delincuencia y la pobreza eran el pan de cada día, pero como dijo Cioran: filósofo es aquel que, en la sencillez y hasta en la indigencia, introduce el pensamiento en su vida y da vida a su pensamiento.

El Iti era precisamente eso, un filósofo que, como muchos punks, plasmaba su pensamiento incluso en su ropa. Quienes llegaron a coincidir con él en el tianguis del Chopo (cuando todavía era itinerante) lo recuerdan pequeño, delgado y con una chamarra muy a la DIY con la frase “Ni dios, ni amo”. Si bien ahora es una consigna muy fácil de ver en la mercancía que circula en el mercado sabatino que se pone a un lado de la biblioteca José Vasconcelos, para ese tiempo era un lema que no era nada fácil de olvidar. 

Sus ideas tenían raíces en autores como Piotr Kropotkin, Pierre-Joseph Proudhon, Diógenes y Ricardo Flores Magón; lo cual, dicen, se dejaba ver en las letras que Francisco escribía para su banda, Colectivo Caótico. Eso sí, el espíritu anarquista y libertario no se quedaba en la música, sino también en acciones que eran en sí mismas un llamado al apoyo mutuo. Después de todo, como decía Radio, su mejor amigo “los pinches punks son los únicos que no se adjudican ningún liderazgo sobre nadie”.

Junto con otras bandas de la periferia, el Iti organizó tocadas en apoyo a los damnificados por los sismos de 1985. También formó parte de la mesa directiva del CCRO (Comunidad Cultural Rockanrolera de Oriente), un grupo activista estudiantil que, entre otras cosas, se encargaba de mejorar el panorama de la comunidad del CCH Oriente. Precisamente esas fueron las acciones que contribuyeron a que su imagen, satanizada por la mala fama que se le hizo a los “chavos banda” y su relación con la pandilla de los Mierdas Punk, fuera la mejor para las personas que le conocían. 

No debe sorprendernos entonces que el día de su muerte, la Nochebuena de 2004, tanto sus amigos como sus detractores se reunieran para hacer una exposición-homenaje en su honor. De hecho, en 2014, con motivo del décimo aniversario de su fallecimiento, la barda de un pequeño foro público en Nezahualcóyotl se visitó con un mural en grafiti que retrataba la mirada tierna de este pensador del punk de las periferias y precursor de “el pinche ruido”.

Con todo lo anterior, podemos decir que la leyenda e historia del Iti es prácticamente la misma que la del movimiento punk en la zona conurbada de la Ciudad de México: un movimiento de resistencia, que a pesar de las miradas condenatorias y prejuiciosas de las personas en la zona céntrica, se abre paso para buscar la dignidad a toda costa.

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