Como recurso editorial y publicitario del crecimiento en la industria de la Moda –mexicana en nuestro caso–, existen los llamados listicles de a quién mirar y a quién no. Estos artículos en lista ostentan una curaduría de los nombres y rostros que merecen atención, ya sea por su impacto o por su naciente relevancia. En los últimos meses, a partir del boom mexicano que han significado Yalitza Aparicio y otros, se ha puesto mayor atención al orgullo mexicano en las editoriales locales o de nivel global. No se han hecho esperar los reportajes acerca de los rostros que nos dan identidad y proyección. En el terreno del modelaje, están allí las notas dedicadas al reciente logro de Alfredo Díaz y a la conquista que significan Mariana Zaragoza, Cristina Piccone, Issa Lish y Sara Esparza. A la belleza que ostentan Loreto Peralta y Andrea Carrazco. Todos, figuras que comparten algo en común: son modelos jóvenes. Son la nueva generación a la cual seguir.
Bajo dicho estatuto, estas mujeres y hombres son nombrados como el epítome del modelo mexicano. Sus logros y hazañas se encumbran como lo más increíble y poderoso que tenemos por ofrecer en este sendero. Y sí, son esenciales en el momento histórico que hoy atravesamos. En la impronta que deseamos hacer llegar al mundo entero de lo que somos capaces como sociedad creativa y país propositivo. Sin embargo, en el vehículo de esta caracterización, Modelos jóvenes, existen tres problemas que no hemos revisado con atención en el circuito. ¿Es su condición de juventud lo que les hace sobresalientes? ¿Cómo es que adquieren este estado? ¿Qué información se está dando al catapultar sus personas?
Especialmente porque esta juventud del modelaje pareciera inacabada. Es decir, ni son los únicos que irrumpen en el panorama internacional, ni son casos excepcionales de emergencia, así como tampoco abarcan una belleza total o inclusiva con respecto a México.
Modelos jóvenes desde la política de representación
Retomemos el inicio de estas líneas. En la actual campaña por reconocer al modelaje mexicano se generan máscaras de mediación. ¿Quiénes son? ¿Por qué están allí? ¿No hay nadie más que ellos en la casuística de la exitosa propulsión mexicana? El epíteto de «Jóvenes» o «Nuevos» tiene un papel preponderante en este juego. Titulares como El modelo mexicano que necesitábamos o Los jóvenes rostros de la Moda mexicana dan cuenta de ello.
Primero, advirtamos que los estudiosos, analistas y críticos de Moda nos sentimos fascinados por ese engranaje sistemático que crea y desestima estéticas. Que da valor a ciertas propuestas. Y en lo que podríamos llamar El gran canon de la Moda, jugamos muchas veces sin criticar las reglas. Maquinariamente, nos envolvemos en la tautología de que la Moda es eso a lo que ya llamamos Moda, sin darnos cuenta de que podríamos cambiarlo una y tantas veces queramos. Y es en ese consenso que se hace la política de nuestro sector: se deja ver lo que siempre se ha visto y se invisibiliza lo que no. La Moda se regula sin definición, sin visiones etnográficas ni antropológicas, para satisfacer y excluir.
Con dicha indeterminación, pasemos a nuestro punto central. En la Moda, ocasionalmente las cosas son «jóvenes» y gracias a ello les propulsamos o les dejamos fuera. Los modelos para este análisis. Pero, digamos, ¿qué es lo joven en el modelaje? ¿Qué decimos con «modelos jóvenes» y para qué se usa tal expresión? Porque, aunada a la precaria o conflictiva categorización de la Moda, esta variación de ciertos de sus actores le hace aún más compleja.
Lo nuevo y su slogan
Tenemos dos opciones. O los modelos jóvenes son aquellos que no están del todo insertos en el sistema, que son germen de una propuesta todavía puesta en duda, o son aquellos que todavía poseen vitalidad. Muy a criterio del sistema y de quienes le reportamos. Incluso podríamos pensar en otras variaciones de las mismas: aquellos que no tienen todavía una portada o una pasarela de consumación o quienes se encuentran dentro de determinada edad. En ese caso, ¿quiénes entran en tal calificación?
Pareciera entonces que esta noción de la juventud en el modelaje es totalmente burocrática y administrativa. Asistencial desde el terreno editorial y de las publicaciones. La catalogación de «joven» resulta una curación en salud por parte de las comunicaciones de la Moda para no ser acusadas de tener una ruta única o facciosa. Asimismo, igual que en las agencias de modelos, para producir una nueva demanda en el mercado. Los modelos «jóvenes» o «nuevos» validan una suerte de «ligas menores» que fueron creadas para estimular el vigor aparente del sistema y reforzar su especulación económica.
Y en dicho sistema de supuesta diafanidad se deja fuera, una vez más, a muchos nombres y propuestas. En estas portadas, artículos e historias editoriales ¿realmente sólo están estos modelos ultrareplicados en cada revista especializada que llega a nuestras manos? La trayectoria de modelos como Columba Díaz, Rafael Sánchez, Yaya Kosikova y Julia Hecht, entre otros, podría seguirse llamando «joven» –debería–, pero ¿por qué no figuran más en esta lógica actual? ¿Qué les hace no perfilarse a la par de una Issa Lish o un Alfredo Díaz?
1
Tenemos, así, dos ámbitos en que se invoca a los «modelos jóvenes». El primero: ése que se pinta como incesante y productivísimo en la publicidad y en el reino editorial, pero que en realidad no tiene dirección. Ni marca estrategias, ni crea públicos, ni hace rutas de crecimiento; sólo entrega imágenes-página de exhibición para el injusto y ramplón mantra del modelaje: «Firma muchos contratos ahora, haz intercambios o lo que tengas que hacer hoy, porque esto se acaba». Un ámbito que se viste con «la oportunidad de exposición» que le brinda a los modelos, pero no crea una base de subsistencia económica o cultural para el modelaje.
2
Y el segundo: el de las agencias que utilizan al modelo joven, al slogan de lo «nuevo», para ahorrarse el gasto de aquellos más experimentados o que ya no pueden soportar en su bolsillo una pasarela pagada con prendas. Un escenario en donde, también, los modelos jóvenes son un gratuito y ocasionalmente seguro aparato publicitario. Además de, por supuesto, una pieza clave con la cual perpetuar esa belleza canónica que no implica ningún riesgo, pero garantiza la futura inversión.
La hegemonía
En el sistema de los «modelos jóvenes», que en su apertura a la novedad de rostros pareciera ser plural e incluyente, no podemos ver más que un espejo engañoso con más de lo mismo. Mujeres y hombres que, aún con sus rasgos étnicos o con eso que han dado en llamar «bellezas raras», prolongan el culto a cuerpos sample size, ciertas tonalidades de piel y determinadas expresiones faciales, entre otras caracterizaciones. Y con esto no trato de demeritarlos, sino de explicar cómo estos «nuevos modelos» no son, en un sentido más, los únicos o lo más sobresaliente.
Así como ya expusimos los huecos políticos de quién puede o no ser joven en el modelaje, un factor más de esta «curaduría» editorial o de campaña es el de la belleza hegemónica o del canon. Ni con todas esas cejas, Piccone logra hablar a todas las mujeres mexicanas; así como el joven Díaz no hace que todos los hombres de nuestro país se sientan identificados. En otras palabras: estos modelos jóvenes son lo esperado en las dinámicas y representaciones de la Moda.
María Osado, directora de la agencia GÜERXS, por ejemplo, no cesa de encontrar frecuentemente a hombres y mujeres con propuesta para el modelaje en México. ¿Dónde se hallan las editoriales dedicadas a estos modelos también jóvenes, pero no de apariencias canónicas? También han desfilado en el extranjero (Vetements, Dolce & Gabbana, Marni, etc.) y modelado para publicaciones internacionales (TMagazine, Vogue Italia, Numéro Berlín, etc.), entonces ¿dónde queda el alarde de estos éxitos? ¿O es porque son cuerpos racial, sexual, emocional e ideológicamente diversos?
Invitación
Por lo tanto, quizás lo que más convenga es invitarnos mutuamente, hacernos un exhorto grupal, a no hablar, primero, de bellezas. Nadie le debe al mundo ser bello. La aceptación y la advertencia hacia lo diverso no tienen por qué seguirse diciendo en esos términos estrictamente. Tal vez, con esta eliminación logremos dar visibilidad a otros de los «nuevos» modelos «jóvenes».
Ahora que si es muy difícil hacer eso –puesto que la Moda es un asunto de gustos, usos y tendencias–, nos queda en tal caso la supresión burocrática y mercantil de la categoría «joven». Una carga en la lengua y el concepto que es ventajosa, descarnada y estéticamente monopólica. Tendenciosa. Porque, a fin de cuentas, ¿quién no es joven en la Moda mexicana y su historia contemporánea?