Mientras los idiotas ganan terreno en las redes sociales, las ventas acaparan toda dirección creativa en el mundo. Y eso es una combinación brutal, especialmente en aquellos terrenos que parecían tener muy buenos cimientos. Uno de los nichos más vilipendiados en este necio viraje de timón, caso lamentable, ha sido el de la Moda; el cual –seamos sinceros– siempre ha estado en riesgo de perder frente al consumismo, pero vaya cómo lo ha hecho ahora. Porque, digamos, el mercado para el sistema del fashion es lo que la bacteria intestinal para el ser humano: debe estar allí para mantener todo en orden. Andando. Sin embargo, ante cualquier exceso, los procesos se pudren. Pierden sentido y se gobiernan por todo, menos por sus intereses primigenios o sus funcionamientos, si no buenos, por lo menos saludables. Coherentes.
Con la noticia de que Raf Simons se une a Miuccia Prada para dirigir el presente y el futuro inmediato de aquella casa italiana, las preguntas por el mañana en la Moda se agolpan en nuestras cabezas. ¿Serán este tipo de colaboraciones fijas las que conduzcan al sistema en un porvenir no tan lejano? ¿Es esto una solución real para que Prada siga construyendo un público específico, a la vez que se proyecta mercadológicamente? ¿Los directores creativos con propuestas sólidas tendrán que aliarse y emigrar a planes casi colectivos, para no sacrificar su trabajo ante proyectos financieramente ambiciosos?
Pareciera, entonces, que con esta decisión, Prada busca reforzar ese sano manejo de la Moda, cual flora intestinal.
Al mismo tiempo, esta recién anunciada co-dirección viene y nos arroja encima una serie de hechos que deberían estar bajo mayores lupas en este sector que decimos amar tanto. Los más retumbantes de todos: que la Moda está cada día más sometida por empresarios y sus desvaríos de crecimiento, que con mayor frecuencia se confunde a la Moda con Asesoría de Imagen o con las tendencias del vestir en general, y que el éxito de un trabajo creativo es un asunto tan medible que siempre tiende a lo masivo.
En conclusión, que la Moda se dirige hoy por personas que no están comprometidas con el diseño y las artes, sino con el negocio. Por la voluntad del público que, si bien es central en el funcionamiento del sistema, no es el tomador de decisiones cuando de creatividad se habla.
Hemos olvidado que el diseñador, que el director creativo en Moda, es una suerte de cernidor que toma sus intereses, preocupaciones, preguntas, intuiciones e inquietudes estéticas para ponerlas en diálogo con determinada población. Misma que o comparte con este ente ciertos rasgos de vida y pensamiento, o se siente atraída a debatir cierta información a nivel gráfico.
Para hacerlo más evidente: el caso Raf en Calvin Klein. Un director que tuvo absoluto poder artístico en la firma; quien fue premiado por sus propuestas y respetado entre los apasionados por la industria, pero nulificado por aquellos que fijaron las metas comerciales de la etiqueta. De nada valió que Simons reinventara la estética americana y diera nueva vida a la línea high end de CK. Que nutriera a la marca con una justa medida de innovación y clasicismo, o que lograra la comunión perfecta entre las Kardashian y el arte del siglo XX. El capitalismo manda y si no hay una gráfica en punta, no tienes ningún derecho a jugar sobre este tablero.
Y más allá del sistema económico imperante —porque tampoco es que vayamos a huir de él en Moda—, hablamos de la incongruente obsesión acumulativa por parte de los inversionistas. Que en vez de cuidar un público sano y constante (fiel), busca incansablemente otra gran meta que romper. Sin advertir que, de dominar el mercado algún día, dejará de existir la idea de llegar a una persona más en el mundo, pues ésta ni siquiera habrá nacido. O que la civilización es tan diversa que resulta imposible de asir con ideas que tienden a la hegemonía.
Por suerte, la historia de Prada es distinta. El modelo de negocio se entiende diferente. El conglomerado italiano, que reportó ingresos en 2018 de 3.14 mil millones de euros, ha sabido que ser aclamado por la crítica y soportado por un consumo de nicho, tiene mejor impacto que ser masivamente exitoso. Por ejemplo, en la primera mitad de 2019, Prada, responsable del 83 % de las ventas del grupo, creció un 4 %. Número sólido y decoroso para seguir en escena, sin apresuraciones voraces, sin necesidad de violentar sus valores estéticos y narrativos.
Y fue así como coincidieron las miradas de Raf y Miuccia.
En una secreta rueda de prensa que convocó Prada, en el marco de su show para otoño/invierno 2020 –donde se dio a conocer la unión de talentos–, ambos diseñadores expresaron también sus posturas. «La industria de la moda se está moviendo cada vez más hacia una industria que podría terminar excluyendo a los creativos. Veo cada vez más la posibilidad de tener un negocio sólido sin una creación sólida. Eso es algo con lo que no estamos de acuerdo Miuccia y yo; y sé que muchos diseñadores tampoco lo están. Creemos que no debemos olvidar de la creatividad en este negocio», dijo Raf.
«Es cierto que necesitamos reforzar el aspecto creativo en el negocio. Nos gustamos, nos respetamos y veremos si vamos a algún lado», ha declarado la signora Miuccia.
A pesar de que muchos aseguran que esta sinergia no es mas que el primer paso de un monstruo egocéntrico, nada puede darnos verdad más que los hechos mismos. Quienes critican negativamente esta unión alegan una jugada basada en nombres, poses, intelectualismos y fanaticadas. Habemos algunos otros moderados que apostamos porque esto es, sí, la estrategización de dos diseñadores por sobrevivir y llamar atención publicitaria, pero también un ejercicio interesante que puede hacer frente a un tiempo basado en likes, shares y cero profundidad. Porque, hay que decirlo, hoy más que nunca y no sólo en Moda, las ofertas de gusto están gobernadas por el análisis vacío de públicos y las adecuaciones baratas (o superfluas) para seducir a estos. Por la adoración a los datos leídos de la manera más frívola y sin creatividad alguna de por medio. Pasa en la comunicación, en la música, en el cine, etcétera. Pero ¿de verdad necesitamos que en esta industria sea así? ¿Estamos destinados a construir marcas huecas y que dirijan a un consumo sin fondo?
Desde otro horizonte: quizá tampoco es que Prada y Simons sean la panacea de la innovación en el diseño contemporáneo. Muy seguramente hay talentos underground que están hoy luchando por darse a conocer y tienen propuestas mucho más conscientes de la época. Sin embargo, apuntemos que con su nivel de proyección y culto, es importante el mensaje que estos diseñadores están dando acerca del tratamiento, fidelidad y autocuidado que una casa de Moda necesita. De no aceptar esto, pues entonces que nos rijan aún más los imbéciles, los influencers que no aportan y las marcas que resultan ser la copia de la copia de la copia.