¿Cuál es la historia oficial? Aquella que suele borrar nuestra humanidad y nos enseña a recitar supuestos que más bien parecen leyes.
Desde que somos niñas y niños, el sistema escolarizado y, en su gran mayoría, también la educación familiar, se han encargado de transmitirnos una serie de dogmas que contribuyen a mantener los modelos de conocimiento surgidos a partir de principios del siglo XX, con el propósito de perpetuar un saber basado en una ideología caduca.
Nos enseñan en historia a recitar —a manera de mantra— algunos supuestos, que más bien parecen leyes inamovibles y que por más que la historiografía o las investigaciones arqueológicas serias hayan probado lo contrario, no se quitan de los libros de texto, debido a “fines prácticos”. Pero lo “práctico” (traducido en pereza) nos aleja de la vida pasada, en tanto ha borrado el tinte humano y nos deja una versión infantil sobre los otros tiempos en la que existen buenos y malos, héroes y villanos; un pasado a la Disney, donde los clásicos del ayer están vigentes y llegaron para quedarse.
Así, en México se nos ha enseñado que desde el paleolítico —más conocido como la edad de piedra— el trabajo se ha dividido por género y que a las mujeres siempre les ha tocado el papel del cuidado del hogar y de las crías. Mientras que el hombre puede justificar su ausencia para la cacería, y su dominio como macho alfa sobre los más débiles. Se repite que Cristóbal Colón descubrió América, que Hernán Cortés conquistó México, que Malinche fue una traidora. Nos han enseñado que la palabra hombre incluye al género humano en su totalidad y, por tanto, decir “derechos del hombre” puede funcionar como sinónimo para referirse a los Derechos Humanos. Que decir “historia del hombre” es la de la humanidad, porque así es la costumbre. Pero ¡cuidado! Como bien lo cantaba Rocío Durcal, «la costumbre es más fuerte…». Si ésta puede mermar el amor, con mayor razón va a quebrantar nuestro entendimiento y percepción de la humanidad.
Hoy existen importantes estudios acerca del papel que tuvieron las mujeres del paleolítico, tanto en la caza como en la recolección. Podemos obviar el que Colón haya llegado de Europa a este continente, no quiere decir que lo haya descubierto; el que Cortés y sus hombres orquestaran la guerra civil contra el estado mexica, no significa que lo conquistaron, y el que Malintzin —quien no era mexica— haya buscado escapatoria de su destino como esclava a través de la diplomacia, no la vuelve una traidora.
Así como hay diversos enfoques y puntos de vista sobre la infinidad de temas que desconocemos del pasado, algunos pecan de obviedad y otros protagonizan las discusiones e investigaciones más serias. Pero todos brillan por su lamentable ausencia en los libros de texto “actualizados”, donde aún se escribe de las sociedades en términos de atraso o adelanto. En las escuelas, muchos maestros aceptan y repiten el calificativo de “atrasado” para referirse a sociedades con modos de vida diferentes a los que ostentan las culturas occidentales o industrializadas; es un clásico discurso heredado del positivismo y el evolucionismo que en el siglo XIX sirvió como sermón para el control y la explotación de los seres humanos. Así, si existían personas superiores que otras, entonces el dominio sobre ellas era justificable.
En la escuela se nos enseña la historia de los grandes hombres (que no mujeres), no se explica nunca la importancia de la colectividad ni de las sociedades en su conjunto. Mucho menos se nos habla de la vida cotidiana. Los museos arqueológicos están llenos de objetos rituales que muy probablemente los especialistas catalogaron así por no entender un contexto de lo más humano.
Sí, es un hecho que la humanidad ha librado importantes batallas para defender tierras, gobernantes o dioses, pero no hay que olvidarnos de algo extremadamente importante; esos seres humanos eran individuos que vivían en una sociedad, tal y como lo hacemos tú y yo en el presente.
Las personas siempre han sentido, pensado, amado, gozado, sufrido, han necesitado satisfacer sus necesidades. Pero poco se habla de ello a lo largo de nuestra educación escolar. Incluso, poco hablan de ello los especialistas; como si en el pasado todo lo que no fuera económico o político tuviera que ser ritual. Como si a lo largo del tiempo el único propósito que ha tenido la humanidad es trabajar, obedecer y manifestar su espiritualidad. ¿Dónde quedan los placeres y quebrantos de las personas de otros tiempos?
La historia oficial tiende a borrar todo aspecto humano de los habitantes del pasado. ¿Qué hacer, entonces? Olvidarnos un rato de eventos gloriosos —muchas veces dudosos—, de roles, creencias y territorios, para hacer presente esa humanidad injustamente borrada y olvidada.
En próximas entregas trataremos de devolver algo de vida humana a los tiempos pretéritos con pequeñas notas sobre aspectos poco conocidos que han tratado algunos especialistas del pasado.