Probablemente cuando eras pequeño escuchaste a tu abuela o a tu madre decir algo como “No arranques las flores, ellas también sienten” y aunque ellas lo pensaban como una forma para convencerte de no seguir maltratando las plantas de su jardín, puede que no estuvieran tan alejadas de la realidad. Hace poco un artículo publicado en el volumen 186 de la revista estadounidense Cell puso esta idea sobre la mesa y por medio de micrófonos hipersensibles y cajas acústicas llegaron a la conclusión de que las plantas “lloran” cuando están estresadas.
Obviamente, el “llanto” de las plantas de tabaco y tomate que los científicos utilizaron para el estudio no suena ni remotamente parecido al de un humano. De hecho, es más bien como un tronido o un pequeño click que las plantas comenzaron a emitir tras ser sometidas a diferentes tipos de estrés como sequía y cortes en hojas y tallos.
El llanto de las plantas
¿Pero cómo es que las plantas producen estos sonidos sin tener boca o cuerdas vocales? Como sugiere Stefano Mancuso en su libro El futuro es vegetal (Galaxia Gutenberg, 2017), el ser humano está acostumbrado a pensar tanto en sus herramientas como en los otros seres vivos en función de su propia imagen. Algo así como si el hombre estuviera acostumbrado a replicarse a sí mismo en todo momento. Sin embargo, las plantas tienen sus propias formas de comunicarse y este sonido, aún con la ausencia de una boca, es sólo otro de ellas.
El click que los científicos lograron escuchar con los instrumentos que ya mencionamos antes se debe a la explosión de pequeñas burbujas de aire que se forman en el xilema; es decir, en el centro de las partes leñosas o más duras de las plantas. Lo llamaron llanto porque —imperceptible para el oído humano, pero no para el de los murciélagos, ratones y polillas— aparece, al igual que el olor a hierba cortada, cuando las plantas se saben heridas o en peligro. Esta reacción es un mecanismo que advierte a los ejemplares cercanos del riesgo que se avecina.
Las otras expresiones de las plantas
Así como este llanto, se han registrado otras “expresiones” en las plantas. Por ejemplo, el mismo Mancuso habla sobre la memoria de estas que, aún careciendo de un cerebro o un sistema nervioso, les permite recordar condiciones atmosféricas y topográficas para poder adaptarse a ellas y sobrevivir. Para demostrar su punto, el autor cita un experimento realizado por el botánico René Desfontaines en el cual cargó una carreta con ejemplares de Mimosa pudica, una planta que al sentirse amenazada contrae sus hojas.
Con las plantas cargadas en el carruaje, Desfontaines hizo que uno de sus estudiantes recorriera las calles empedradas de París. Como era de esperarse, las plantas cerraban sus hojas ante los bruscos meneos del coche. Sin embargo, luego de unas vueltas por los caminos parisinos, las hojas de Mimosa pudica dejaron de cerrarse, pues su “memoria” les dictó que esos movimientos eran propios de su ambiente y que no había razón para inmutarse.
La utilidad del llanto de las plantas
Por otro lado, hay quienes han encontrado en los impulsos eléctricos de las plantas una forma de hacer música, llegando a nombrar a estas pulsaciones como “canto”. Es así como nació el MIDI Sprout, un pequeño aparato que podía hacer cantar a las plantas convirtiendo sus señales eléctricas en señales MIDI —Musical Instrument Digital Interface.
Este dispositivo, inspirado en los experimentos de Cleve Backster, interrogador del FBI, que en 1970 conectó plantas a detectores de mentiras para ver si estas mostraban sensibilidad emocional, es el pionero de instrumentos como el Scíon, un módulo para sintetizador producido por la marca Instruo, que se conecta a las plantas para hacerlas “tocar” todo un sistema modular.
¿Y entonces cómo podría el hombre aprovechar este recién descubierto “llanto”? Por el momento, el uso inmediato de estas emisiones sonoras está en la detección temprana de enfermedades en cultivos.
Según el estudio, su implementación en campos o invernaderos puede incluso ahorrar un 50% de agua y aumentar el rendimiento de las plantas para tener menos pérdidas económicas. No obstante, los científicos también señalan que todavía es muy temprano para sacar conclusiones, pues este es un descubrimiento que todavía requiere tiempo y recursos para mostrar su mayor potencial. Por el momento, sólo queda preguntarnos ¿será que algún día podamos mantener una conversación real con las habitantes de los jardines?