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¿Qué nos invita a pensar? Sloterdijk y Sztajnszrajber sobre hacer filosofía

Compartir la cita de un filósofo en Twitter o Facebook no es hacer Filosofía; entonces, ¿qué sí lo es? ¿Cómo pensar en redes y cómo invitar a que se piense?

Una de las sentencias más fuertes e importantes en la formación universitaria de cualquier humanista debe ser la siguiente: La filosofía no te dará respuestas; si acaso, te ayudará a formular preguntas mucho más específicas y críticas. Ésta será incapaz de brindarte reparos absolutos. Importa más pensar en continuo –no satisfacerte con las posibles soluciones dadas–, que haber pensado y llegado a una conclusión inequívoca. Y esto es fundamental en el ejercicio de nuestra profesión. Incluso lo es preguntarnos cómo se nos invita a pensar y de qué manera se desplegará lo pensado.

En dicho panorama, ¿cómo pensamos hoy?; en específico ¿cómo pensamos filosóficamente? Escapando de la hegemonía y lo impuesto por los sistemas académicos, entornos que se alzan como espacios únicos para el ejercicio de la Filosofía y terminan por convertirse en simposios o encuentros al que siempre asistimos las mismas personas –los iniciados–, ¿qué posibilidades tenemos para este pensamiento particular en la época de las redes sociales, la digitalidad y la urgente participación pública? ¿Twitter, Facebook, un podcast, activaciones en espacios públicos, producción de muestras artísticas? ¿Qué otras?

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En entrevista para El País,Darío Sztajnszrajber, filósofo y ensayista argentino que hoy destaca por sus labores de divulgación humanista, reconoce que los canales de comunicación –social media– más que un baluarte del pensamiento emancipador, ése que escapa de los formatos institucionales, resultan la concreción de otra hegemonía. Identifica que en la relación de filosofía y redes, el cual no es el único lugar ni el mejor, se debe hallar la ocasión para hacer filosofía. Para pensar desde ella y no sólo «compartirla».

Aclaremos:

«Si hacer filosofía en las redes es repetir frases filosóficas burdas, no es filosofía. En formatos como Twitter, poner un ensayo en dos millones de tuits no es filosofía. Hay que encontrar cómo provocar desde su propio lenguaje. Hay que retomar lo originario», afirma Sztajnszrajber. Es decir, estas plataformas digitales tienen su propio sistema y sus imposiciones; son dispositivos previos que nos dicen cómo y de qué manera decir lo que pensamos. El filósofo continúa: «Creo que esos formatos están muy instalados. El impulso de los medios de comunicación en eso es muy fuerte. Ellos instalan formatos y son bienvenidos porque de algún modo ordenan y tranquilizan. Siempre es más tranquila una vida donde uno sabe qué está bien y qué está mal. Cuando uno entiende que además de bueno es malo, que además de amigo es enemigo, pues se problematiza».

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Pero para ello, es necesario sentir que pensar siempre es una opción y que esto no se debe ejecutar bajo las normas dadas. Si se parte de allí, entonces sí que estaremos andando por la Filosofía. Retomando a Sloterdijk durante su reciente diálogo en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) –2 de mayo de 2019–, no se dan las circunstancias vitales que nos permiten retirarnos y tomar distancia para el pensamiento. El filósofo dijo: «Para Husserl y su fenomenología había que salir del tiempo impetuoso de la vida, el dispositivo más elemental era siempre dar un paso atrás. Ese acto te permite convertirte en observador. Sin una cierta distancia, sin una cierta desimplicación la actitud teórica es imposible. La vida actual no invita a pensar».

Analicemos:

Cotidianamente recibimos un sinfín de estímulos que nos conducen a guiar nuestros pensamientos hacia lo superficial y no lo que está de fondo en nuestras vidas, hacia aquellos problemas diarios que a través de la empatía o el reflejo no buscan otro fin que el like. Es tanta la información y sus medios contemporáneos, que son escasos los momentos en que se da el pensamiento real y la pregunta que entonces impera es cómo obtener el tiempo para ello y de qué manera invitar al mismo?

¿De qué manera retirarnos y tomar distancia para ver?, como dice Sloterdijk.

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No basta con repetir o citar a filósofos en redes sociales o espacios de diálogo en la universidad. Eso no es más que utilizar plataformas con pre-formato para decir: «así debe pensarse, con estas reglas o este nivel de especialización, o no se pensará». Tampoco satisface la invitación ramplona que se enuncia «¡Mira! Pensar es divertido; acércate». ¿Dónde queda el esfuerzo por la divulgación, la conexión y el real ejercicio de la Filosofía? Puede parecer poco, quizás, pero allí entra la responsabilidad de que especialistas, medios y divulgadores hallemos las formas precisas de vincular el pensamiento filosófico con los usuarios digitales; que al lanzar información no lo hagamos como sentencia, sino como una apuesta al «qué piensas tú (¿?)»; que ideemos las herramientas suficientes no para un share o para el asombro general, sino para provocar.

Es decir, que frente a todas esas cosas atractivas que existen on-line, pesquemos las necesarias, las que le tocan la médula a la gente, demos un punto de partida para la reflexión y no nada más para la expectación, y demostremos por qué es importante sentarse a pensar siquiera un minuto. No importa si es a través de Game of Thrones, las intenciones de Thanos en Avengers o el uso de plásticos en restaurantes; lo relevante es hallar las vías para que se reflexione y no sólo se consuma. Si eso es lo que invita a pensar, aprovechémoslo.

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