Abril de 1969. Stefan Moses viaja a Venecia para conocer y retratar a la última dogaressa. A quien fue la última propietaria de una gondola privada en la ciudad de los canales. Peggy Guggenheim. Un ser mítico en el universo del arte, cubierta con una capa azul, acompañada por sus perros y un par de extravagantes lentes: los bat glasses.
La silueta de sus gafas es asombrosa e intrigante por sobre el resto de su atavío. La montura es dorada. El marco recuerda a la escultura Art Nouveau con que las grandes urbes se ornamentaron alguna vez. Su forma es una ventana oscura que cela la mirada misteriosa de una coleccionista y protectora del arte vanguardista.
Si se mira con más detalle, es perceptible cómo el motivo central de la pieza es la anatomía de un murciélago que abre sus alas. Que frena con su oscuro físico el paso de los rayos solares. Hechos por encargo de la misma Guggenheim, estos lentes fueron diseñados y fabricados a mano por Edward Melcarth, amigo artista de la mecenas.
Bat Glasses
En las fotografías de Moses se ve a una Guggenheim moldeada por los años. Atravesada por la historia y alimentada por la experiencia y la sublevación. Ella mira fijamente a la cámara. Sus lentes son una peculiar mixtura del estilo mariposa, el cat-eye y la reminiscencia de un antifaz carnavalesco. Aunque muchos dirían que su arquitectura no es del todo favorecedora, son en definitiva un accesorio que hace total coherencia con la personalidad de la mujer-museo. Un ser humano que siempre se esmeró en no encajar con lo convencional. Que, a pesar de dirigir todo su capital al arte, sabía que en la Moda se hilvanaban fantásticos mundos. Su amistad y predilección por ciertos diseñadores, Elsa Schiaparelli entre ellos, dan fe. Otorgan coherencia al porqué de estos lentes.
Dicha estructura se convirtió en tal sello de Peggy, que años después grupo Safilo –firma óptica líder en el mundo– le adaptó a una versión comercial para su venta en los museos Guggenheim. Justamente, para el 80 aniversario de la marca, se decidió que el modelo insignia sería una reinterpretación de estos bat glasses.
El carisma de Peggy Guggenheim y su espíritu contra-habitual quedan resumidos en esta figura casi diabólica. Que roza con lo infernal. Pero que, como en el Tarot, resume en su forma una fuerte pulsión sexual –bastante conocida en esta coleccionista–, un fuerte atino financiero y una fértil creatividad. Los bat glasses jamás pudieron desear mejor origen.