Dice la OMS que su intención nunca fue ni ha sido estigmatizar a la comunidad gay, o más concretamente a la de los hombres que tienen sexo con otros hombres —si es que el término en inglés no acomoda a ciertos colectivos—, a partir de sus recomendaciones frente a la viruela del mono. Pero vaya que sí lo ha hecho. Poner a los varones homosexuales bajo el foco de esta enfermedad como principal grupo afectado y solicitarle que «vigile» o «regule» su número de parejas sexuales, como consejo o medida pertinente para frenar los contagios es, cuando menos, un discurso de responsabilidad. Como si entre los gays recayera exclusivamente la obligación y el poder de hacer que este mal se detenga.
A los miembros de la OMS se les escapa bastante de la cabeza y en el ejercicio de su trabajo que dicha recomendación suena más a una búsqueda de culpabilidad y a una contención de la libertad sexual, que a una medida efectiva para prevenir la difusión de la viruela.
Se le olvida también a esta organización mandar el mensaje concreto y amplio acerca de cómo se contrae este virus. Que no se trata de una enfermedad sexual, sino de contacto extremo. Que este mal no tiene nada qué ver con una orientación sexual ni con el hecho de cuántas parejas en la cama puedes tener —o en algún lugar público, para mayor escándalo de la mojigatez que hoy presume la OMS—, sino con el nivel de exposición que puedes tener frente a éste.
A los expertos de este organismo se les escabullen de las manos también sus viejos libros de historia… si es que algún ápice de formación humanística pueden alardear en el presente. Se les borra de la memoria que esta señalización a los gays como precursores de los contagios genera pánico, desconfianza y el peso de un delito contra la civilización. Justamente, como ocurrió en los años ochenta con la propagación del VIH.
¿La viruela del mono es una enfermedad gay?
Definitivamente, no. La viruela del mono se contagia a partir de cualquier acercamiento interpersonal, no sólo de carácter sexual. Igual que con el sarampión o la rubeola, con pústulas visibles o sin lesiones, ésta se puede transmitir a partir del contacto cercano. Un abrazo, un beso, compartir comida, usar los mismos cubiertos, dormir en la misma cama y demás. Aunque falta aún averiguar cuál es la vía concreta de transmisión.
Es cierto que hoy las relaciones sexuales están siendo la principal vía de propagación. Que los hombres homosexuales son el mayor número de contagiados que se han confirmado. Pero ante esto debemos tomar en cuenta dos cosas. Primero, que aunque no se trate de una ETS o algo similar, al momento de tener sexo no hay forma de no estar expuesto a este tipo de viruela. Es la cercanía con el otro cuerpo lo que incrementa el riesgo.
Segundo, que una tendencia u orientación sexual no predispone más a la infección que otra; lo que hoy sucede —como ha ocurrido en el pasado— es que estamos frente a una comunidad que no se rige mayoritariamente bajo los preceptos de la monogamia o el moralismo que la cultura hetero se empeña en poner sobre el sexo. Lo cual da por resultado en una libertad que para el conservadurismo se traduce en «promiscuidad». Un ejercicio del placer que recibe, prácticamente, un castigo divino y que a todos «nos pone en riesgo».
La OMS apela a la responsabilidad individual y dice que no ha señalado a la comunidad gay. Sin embargo, sí lo ha hecho. Quizá no está diciendo que esta epidemia sólo afecta a los homosexuales, pero sí les está nombrando como principal población activa para la propagación de este virus.
Advertencias de la OMS frente a la viruela del mono
¿Recomendarle a la comunidad gay «tener menos sexo» es una medida de salud pública? No. Tomando como ejemplo la evolución del VIH en los últimos años, ¿la flácida norma de abstinencia sexual dio resultado para frenar al virus? No. ¿Satanizó a los hombres gay? Sí. Y eso es algo que no debe ocurrir de nuevo.
Señalar a un grupo como el foco de una epidemia, aunque sea a manera de recomendación prematura y «sin un lenguaje de violencia», históricamente se ha demostrado que no es positivo ni es una disposición de peso en términos clínicos.
No es lo mismo decir «homosexuales, no tengan muchas parejas sexuales» que haberle hablado a todas las personas e instruir: «todas, todos y todes, ser más cuidadosos con quienes tienen sexo».
Cómo evitar la viruela del mono
· Ante todo, dejar de pensar que sólo los hombres gay pueden contraerla. No porque no pertenezcas o te sientas parte de este grupo, no porque seas mujer, eres inmune.
· También: el contagio se da por contacto y convivencia profunda. No se trata de una enfermedad sexual.
· No compartir con nadie utensilios para comer, toallas, dispositivos electrónicos y demás artículos personales.
· Lávate las manos con agua y jabón frecuentemente.
· Continuar con las medidas de seguridad e higiene ante el Covid-19 ayudará a prevenir la viruela del mono: mascarilla bien ajustada, sana distancia y el menor contacto posible con el resto.
· Si tú u otra persona identifica síntomas relacionado con el virus —como lesiones en piel o malestares— lo ideal es el aislamiento y el uso de mascarillas.
Pero ante todo, la recomendación más grande es no caer en los señalamientos escarlata de la OMS, porque para el prejuicio y la terca señalización es seguro que jamás tengamos vacunas.